NICO Y NICA BAJARON POR LA CISTERNA

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Bajo un sol radiante, que a veces producía un leve escozor en la piel, dos niños jugaban en el jardín de su casa. Mamá hacía la comida, Papá estaba trabajando, y sólo un enorme perro mestizo vigilaba las piruetas de los pequeños.

Nico, el mayor. Cinco años. Curioso y aventurero, un poco más que otros niños de su edad, aunque con sus propios temores internos, sean innatos, sean adquiridos. Adora el fútbol, correr e imitar a espadachines y piratas.
Nica, de tres años. Diminuta y frágil, pero con una personalidad que a nadie permite réplica. Aún no habla muy bien, pero no necesita la lengua para hacerse entender. Una sola expresión de su carita suplía un discurso. Su juguete favorito, su muñeca de trapo y cabeza de plástico. Su bebé que siempre lo tenía al lado, para protegerlo de todo mal.
El sol poderoso, iluminador y caliente, sigue en ascenso haciendo perlar las pieles infantiles. Entran un momento a casa, mamá les provee de dulce jugo de guayaba, y siguen fuera en sus correteos.

Un gemido ventoso levanta hojas secas y aletea ropas. Los pequeños se cubren los ojos y al abrirlos ven con asombro que la pesada tapa de concreto de la cisterna del agua, situada como una gran caja gris, yace a un lado dejando abierto el hueco.
Nica y Nico se miran dudosos. Papá les tiene prohibido acercarse cuando la tapa está abierta. Los niños se caen al hueco y no salen más, tenían entendido. Nica no entiende porqué está abierta, pero obedece la orden paterna.
- Mamá - dice, en la necesidad de advertirle del suceso.
- No, espera aquí que yo voy a ver. - Responde el hermano. El hermano quiere ir a descubrir. Saber qué abrió. Nica mueve su cara horizontalmente.
- No. Mamá.
Nico ignora la negativa. Siempre le ha gustado contradecir a su hermanita, así termine ella berreando luego. Así que trepa, llega al hueco, mira y se asombra.
- ¡Ven Nica, ven a ver! - grita Nico. Nica vuelve a negar con la cabeza. Finalmente cede ante la insistencia de su hermano. Agarra bien a su bebé, toma la mano de Nico para subirse y también observa lo que debía ser un gran cuerpo de agua oscura, de húmedo olor, que abastecía las necesidades de agua de toda la familia. Nico, curioso por naturaleza, sabía que tal acción podría terminar con un soberano regañó no sólo de Mamá, sino de Papá. Pero lo que estaban viendo los hermanos impide que la obediencia aflorase.

Una gruesa cinta como una resbaladera, con muchos colores mezclados, como cuando Nico en el kínder mezclaba las acuarelas con los dedos para estamparlos en el papel periódico, se mostraba ante ellos

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Una gruesa cinta como una resbaladera, con muchos colores mezclados, como cuando Nico en el kínder mezclaba las acuarelas con los dedos para estamparlos en el papel periódico, se mostraba ante ellos. Sólo cinco gradas de escalinata separan la cúspide del tobogán del inicio del hueco. Los pequeños no logran alcanzar a ver el final de la cinta, pues serpenteaba y se perdía entre lo que parecían ser nubarrones blancuzcos pero que a ratos soltaban uno que otro relámpago azulino. Un paisaje que nunca hubieran creído dentro de un pozo encementado. Es ahí cuando ambos oyen un tenue susurro.

- Vengan, mis pequeños, vengan...

La mente inocente y limpia de prejuicios de Nica se deja seducir por esa invitación, pero ahora era Nico quien empieza a dudar. Ahora sí sería necesario que viniera Mamá a ver tal prodigio. Se voltea a llamarla cuando advierte por el rabillo del ojo que la niña estaba ya con medio cuerpo adentro de la escalinata y resbala de pronto. Presuroso se lanza a salvarla y ve que Nica está agarrada sólo con su manita de la última grada. Si se soltase se iría de largo por ese misterioso tobogán.

AVENTURAS EN FANTAXION.Where stories live. Discover now