EN BUSCA DE UN NUEVO TRONO

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Rachel llegó tras una corta caminata a uno de los enormes árboles que guardaban los nísperos punta de flecha. Sólo con ver lo escarpado y frondoso de los árboles sintió temblar todo su interior. Nunca le había gustado las alturas, y este castigo que le impusieron le pareció excesivo. Se enojó con Ig-Drasil por abusivo, y con Nica, por traviesa y revoltosa. No era justo. Sr. Puño flotaba al lado suyo, pero poco era el ánimo que podía extraer de sus palabras de aliento.

- Pequeña princesa, no temáis. La empresa parecerá ardua y peligrosa, pero podréis conseguirla si usáis los recursos que a su tiempo os fueron otorgados.
- Pero es que tengo miedo de caerme… - respondió molesta la niña aferrando a Moogle. – no sé trepar ese árbol y si estoy allá arribota seguro me caigo…
- Os insisto: Usad los recursos que tenéis!

 – no sé trepar ese árbol y si estoy allá arribota seguro me caigo…- Os insisto: Usad los recursos que tenéis!

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La pequeña al rato logró darse cuenta de las palabras de Puño. Miró a su peluche y lo lanzó al aire para que se transforme. Moogle refulgió, creció y cayó convertido en el tigre Byakko. Así que Rachel trepó al lomo del animal y le pidió que trepase hasta las copas más altas del árbol, que era donde se podía encontrar los frutos. La bestia rodeó un par de veces el tronco para calcular bien por dónde era el mejor lugar para ascender. La niña estaba bien aferrada al pelo del tigre, pero aún así casi cayó al momento en que el felino saltó, se aferró con sus garras a la corteza y empezó a trepar. La niña temblaba del miedo cuando vio aumentar la altura, así que cerró con fuerza los ojos. Sólo sentía el jadeo del animal y el sonido de las garras, y las palabras de consuelo de Puño era como si le llegaran de un kilómetro de distancia. Sólo pudo abrir los ojos de vuelta cuando notó que el animal nuevamente estaba horizontal. Pero tenía tanto miedo que no podía separarse de su tigre, peor bajarse a la rama a buscar los nísperos.

- Sr. Puño, por favor ¡ve tú y tráeme los nísperos! – Suplicó aterrorizada. Pero para su sorpresa, Puño elevó un índice y negó sólidamente.
- Me vais a detestar por ello, mi pequeña princesa, pero a vos le fue encomendada la tarea. Sois vos quien tiene que ir! Si voy yo Ig-Drasil sabrá que hicisteis trampa, y os redoblará el castigo!
- ¡PERO ES QUE NO PUEDO!! – Chilló casi llorando.
- ¡Sí podéis! Tenéis que confiar en vos misma! Mirad, Byakko tiene un sentido del equilibrio muy elevado; si camináis a su lado y no miráis abajo, llegaréis al lugar donde crecen los frutos. ¡Sé que podéis hacerlo!

En fin, tantos fueron los ruegos de Puño, que lentamente la niña bajó del lomo y se posó en la gran rama donde el tigre se había posado. Soplaba un molesto viento, que exacerbaba su frío. No quería ver abajo, pero bastó un leve vistazo para casi desmayarse. Las extensiones de Parque Berrinche lucían como un juego de té para muñecas, de lo altos que estaban. El enorme felino rodeaba con su cola a la niña que caminaba, pasito a pasito, para calmarla un poco, pero su andar también era cansino, por alguna razón. Al final, llegaron a un punto donde las copas eran repletas de unos pequeños y delicados frutos en forma de cono.

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