VIENE EL CRECIDO.

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- Pequeños míos, no cejéis. En poco tiempo llegaremos a un lugar de descanso. Apenas crucemos el Puente del Hiato, que es pasando este cerro.
Habían estado ya cuatro días caminando continuamente el grupo de los dos hermanos y la prima, todos ya adecuadamente armados y listos para el combate. Varias hordas menores del Crecido, el enemigo, habían caído ante los fulgurantes batazos de Nico, los ataques elementales de Nica y los papirotazos de Rachel, quien rápidamente se había adaptado al estilo de los hermanos usando su peluche Moogle como maza. Entre los diversos enemigos habían desfilado muchos combatientes menores, envueltos en pieles y empuñando palos pequeños, pasando por cachorros de lobo y potrillos amaestrados, los cuales intentaban morder o golpear con sus pezuñas a los pequeños. Hasta el momento ningún enemigo había logrado vencer a alguno de los niños, y la experiencia dada por las batallas iba incrementando las capacidades adquiridas.
- Ya mismo voy a poderle dar duro al Crecido – se ufanaba Nico, quien iba ondeando de lado a lado su arma.
- Lo voyaché llorá – continuaba Nica.
- Pues no creo que aún podamos, de pronto él es fuertísimo – razonaba más calmada Rachel. Sr Puño, quien flotaba siempre a su lado, asintió.
- Efectivamente mi pequeña princesa; os aconsejo que seáis cautos, mis pequeños, pues el Crecido no es para ser tomado a la ligera. Si con mis poderes bastase, ni me habría molestado en traeros desde vuestra casa. Es por eso que debéis seguir superándoos hasta que seáis dignos oponentes de este feroz enemigo. Así que no sucumbáis ante la soberbia. – Sermoneó muy formal. Los hermanitos un poco avergonzados, callaron un tiempo.

Así fue hasta que llegaron finalmente hasta un enorme puente que unía los bordes de un gigantesco abismo, tan profundo que apenas el fondo se podía ver. El puente mismo era majestuoso, pues tenía el equivalente a cincuenta pasos de ancho y estaba reforzado con murallas de piedra y cobertores de madera, para proteger a los viajeros cuando lloviese. Los niños ya cansados suspiraron de alivio al ver que habían llegado al final de una etapa de su viaje. Por su parte Rachel venía tarareando una canción que su papá le había enseñado hacía algún tiempo. Se sabía una parte, pero no lograba recordar el resto. Cuando estaba casi logrando acordarse del resto, oyó la exclamación tanto de los hermanos como de Sr. Puño. Vio lo que tenía al frente y quedó boquiabierta.

Frente a los niños y a su guardián, en pleno inicio del puente, se alzaba un enorme portal que cubría totalmente la entrada. Era como un gran marco de piedra azul que calzaba en la entrada justa del puente, y aunque no tenía obstáculos ni cerrojos, en el espacio del marco a veces ondeaba algo sutil, neblinoso. Apenas perceptible. Nico avanzó dispuesto a cruzar pero chocó contra algo elástico que lo lanzó para atrás. El niño molesto alzó a Batespada y lanzó un fuerte golpe. Fue como golpear una piscina de gelatina, pues el aire se espesó, se coloreó de gris metálico y rechazó el golpe. Nico contraatacó sin resultado pues no lograba ni hacer pasar la punta de su arma a través del portal y todo ataque era repelido. Rachel se unió con Moggle pero no lograron nada. Sr. Puño meditaba hasta que tuvo una idea.
- Pequeños, este portal es algo nuevo para mí, y me parece que fue colocado por el Crecido para justamente impedir el paso de personas de una región a otra. Los ataques físicos no funcionan contra este tipo de barrera, pero creo que los poderes de Nica nos serán útiles. Mi preciosa, os ruego que invoquéis a vuestros espíritus.
Así hizo la pequeña, trazando tres veces su pentagrama en el aire y pronunciando los nombres tergiversados de sus tres espíritus protectores. ¡Chamanda, Dime, Chifo! El ente del fuego Salamandra, el ente del hielo Undyne y el ente del viento y el rayo, Silpho; emergieron de entre sus pentagramas respectivos. Ante la orden de su ama, los espíritus se situaron frente al ondeante espectro del portal y lanzaron sus ataques. Salamandra lanzó chispas ardientes, Undyne aleteó agujas de hielo y Silpho envió su corriente de aire electrificado. Pero el muro mágico no caía. Enrojecía un poco con el fuego, se volvía azulado con el hielo o se hacía amarillo brillante con el viento eléctrico, pero al final ningún elemento terminaba de colorear por completo el espectro. Nica una y otra vez ordenó a sus espíritus hasta que terminaron agotándose. Cada uno de ellos se disolvió en un poco de su elemento primario y volvieron hasta Trivarita. Se escuchó un furibundo chillido:
- ¡¡¿¿POQUÉ NO FUNCHONA??!!

AVENTURAS EN FANTAXION.Where stories live. Discover now