Parte 2 Capitulo 4

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Capitulo 4.

Cuando Victor y Yuuri llegaron a la sala donde le estaban dando la bienvenida a los generales con un banquete, Otabek ya no estaba ahí, alegó que se sentía enfermo como para continuar con la velada y que su salud era importante para dirigir a los soldados en caso de alguna emergencia. La realidad era que se encontraba alterado por el aroma a vainilla que había invadido sus fosas nasales y en su memoria aún se revivía la imagen del príncipe rubio.

Yuuri investigaba con cautela si alguno de los alfas se veía o se sentía diferente, pero no, no había nada inusual en aquellos dos. Su aroma era el mismo... bueno a decir verdad era un poco amargo al que recordaba. El único que era sospechoso era Otabek y, si las historias eran ciertas, el alfa podría estar teniendo un pre-celo por las feromonas de su omega... Yuuri era prudente y no se atrevería a ir a buscarlo, tentar a un alfa era estúpido. Y dio gracias a su dios que Victor tuviera bastante autocontrol. Después de terminar con los generales, ambos fueron a hacer acto de presencia con los soldados, Victor escucha atentamente como algunos de ellos se dirigían al príncipe japonés en su idioma natal y le pareció fascinante escuchar a Yuuri hablarlo.

Estaba ya cayendo el ocaso cuando ambos decidieron regresar al castillo, el cielo se pintaba de un tono naranja y azul, las nubes parecían pinceladas de un tono morado, Victor agarró la mano del japonés y lo llevó al jardín quería pasar tiempo a solas con él y estar ahí le traían recuerdos.

— ¿Sabes? Cuando era pequeño Katherine solía traerme aquí para ver el atardecer, cuando se supo que ella estaba embarazada mi padre y ella acordaron que no saldría de su habitación... las veces que pude visitarla me decía lo angustiada que estaba por no ver el atardecer nuevamente pero que debía proteger a su bebé.

— ¿Yuri se parece a Katherine?

— En todo.

— Victor quiero disculparme por mi comportamiento de...

— Ya lo hablamos Yuuri.

Victor se colocó en frente del japonés y lo tomó de sus manos. Estaban frías. Se acercó a su frente para darle un beso, el príncipe se sonrojó y se acercó al pecho del rey para ocultar su rostro. Yuuri estaba sonrojado, demasiado, a decir verdad, porque podía sentir sus orejas calientes.

Ahora ambos sabían lo que sentían, ya tenía un nombre para aquellos sentimientos que comenzaron a florecer y ambos se sentían muy dichosos de ser correspondidos.

Al dormir lo hacían más juntos.

Victor tiró con fuerza los papeles que estaba leyendo, estaba tan enojado que juraba que podría iniciar una guerra ese mismo instante en la frontera con Canadá, había tenido varios encuentros con el líder Jean Jacques Leroy y no le pareció que había más personas irritantes que él. Era todo un niño mimado que tenía sus convicciones un tanto erróneas, querían tomar algo que jamás iba poder ser suyo, porque la mayoría de los territorios se ganaban y el territorio por el que él estaba luchando llevaba siendo de Rusia por mucho tiempo. Era estúpido invadir un territorio. Pero, no era cualquier territorio, en aquel lugar estaba todas unas minas de minerales y materiales primarios, que contribuían a la economía de Rusia. Llegar y reclamarlo de la nada era buscar una lucha por el poder.

Victor suspiró.

Victor no sedería.

Con rapidez reunió a todo el consejo y al gabinete de fuerzas especiales, porque si tendría que ir el mismo a resolver de una vez por todas la situación lo haría. Todos estaban reunidos, Victor escuchaba al consejo decir que una guerra podría desencadenar represalias tanto para Canadá como para Rusia. Porque ambos países y otros habían firmado un tratado en la que la una guerra sería la última opción para resolver un conflicto. Sin embargo, Canadá y con el ascenso de él joven príncipe había violado aquel tratado.

Rosa AmargaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora