TANATOS

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**TANATOS fue premiado en 2018 con el PRIMER POBLE DE BENETÚSSER. Inspirado en mi primera novela EL PENTÁGONO (Ediciones Atlantis, próximamente en librerías)**.


La vida es como una noria. Nunca deja de girar. Nunca se detiene. Siempre avanza. En ocasiones estarás en la cumbre y una sensación inefable inundará tu cuerpo. Te sentirás la persona más feliz y afortunada de todo el universo. No obstante, eso no será eterno. Esos sentimientos se desvanecerán como la niebla y, de pronto, te verás en el suelo, como si estuvieras a punto de caer de bruces. Sabrás que estás deprimido porque conoces su contraposición. Porque sabes cómo se siente la fortuna y la alegría, pero no sabrás cómo seguir oteando para regresar a lo más alto.

Mi nombre era Miranda Silva y esta era la tercera vez que cambiaba de instituto, lo que era un rollo. Siempre era la misma historia. Llegabas el primer día llena de nervios, con todas tus hormonas en acción. Tratabas de evitar el pánico y te presentabas delante de todos lo que serían tus compañeros para el resto del curso. Muchos ni te miraban, te ignoraban. Otros te observaban y te contemplaban todo el tiempo, pendientes de cualquier acción que hicieras intentando adivinar cómo eras: tu carácter, tus ambiciones, tus sueños. Pero ¿realmente podías conocer a una persona con tan solo cruzar una mirada?

Esta vez los nervios habían disminuido. Acudí a clase con aire despreocupado intentando dar la mejor versión de mí, sonriendo todo el tiempo. Pero nadie habló conmigo. Me senté sola en las primeras horas. Me sentía tan perdida. Para los demás no era el primer día, sino que era uno bastante común. Era como si la corriente tratara de arrastrarme y yo luchara, resistiéndome.

En el descanso, no supe exactamente hacia dónde ir. Sopesé buscar la biblioteca para organizarme la carpeta y la cantidad de exámenes que tenía que preparar, pero lo cierto es que necesitaba un respiro. Salí al patio para sentarme en un banco, pero justo un grupo de chicas me lo quitó para cuando estaba a punto de sentarme. Me dedicaron unas miradas de superioridad muy ofensivas dejando escapar unas risitas. Me limité a ignorarlas y me senté unos bancos más allá, como si nada. De modo que ahí estaba, almorzando mi sándwich en mi primer día de clase con una libreta y un boli junto a mí, totalmente sola, observando cómo todo el mundo estaba distribuido por grupos sociales.

Sin embargo, cuando menos me lo esperaba, ensimismada en mis propios pensamientos, sentí que alguien se dirigía hacia mí. Me volví hacia mi derecha y observé a una pareja. Cuando los advertí se sobresaltaron y se detuvieron. Escondí los mechones que escapaban de mi coleta detrás de las orejas y fingí que no los había visto.

—Hola.

Volví a girarme y me encontré con la pareja cara a cara. Como me daba el sol en el rostro me vi obligada a colocar la mano sobre mi frente y utilizarla como visera.

Fue la chica la que había hablado. La escruté unos segundos, pero me mantuve callada. Paseé la mirada hacia el chico, que parecía un tanto más nervioso que ella. La chica parecía más confiada y segura de sí misma. Él, en cambio, estaba tan inquieto que no dejaba de mover la pierna.

—Hola —decidí hablar para romper el hielo. Ninguno de los dos dijo nada más, por lo que me obligué a continuar diciendo—. Soy Miranda.

La chica asintió.

—Vamos a la misma clase. Soy Emma —levantó la mano tímidamente—. Él es Guillermo.

Asentí.

El chico no parecía ser muy hablador, pero tampoco hice ningún comentario sobre eso.

—¿Es tu novio?

Emma y Guillermo dejaron escapar una carcajada al unísono.

—Es mi mejor amiga —son las palabras que pronunció Guillermo.

Relatos cortosWhere stories live. Discover now