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Luke sentía que tal actividad era ridícula. ¿Por qué debería pintar mandalas? ¿Eso le quitaría la manía de andar aspirando cocaína? No, no tenía lógica.

Eran las 4 pm y estaba en el jardín principal, sentado en solitario en una mesa de picnic, alejado del grupo, quienes charlaban mientras pintaban. En un principio, cuando el instructor se presentó, le dijo que en él caía la responsabilidad de seguir las actividades y que no le obligaría a nada, lo mismo que le había dicho Michael más temprano.

En esta ocasión, Luke tuvo las palabras del instructor presentes. Estaba recostado en las bancas de la mesa de picnic, con su libro personal de mandalas cerrado y los plumones de colores sin ser abiertos. Estaba con sus brazos cruzados, disfrutando de la brisa y del sol que llegaba a su rostro. Agradecía haber empacado sus gafas de sol.

De la nada comenzó a escuchar constantes saludos entre los mismos pacientes. Ni se dio el trabajo de averiguar a quien saludaba, hasta que escuchó pasos acercándose y la banca de madera del otro lado de la mesa de picnic, crujió, dejando en claro que alguien lo acompañaba.

Bufó y quitó sus lentes de sol, procediendo tomar asiento y ver quien diablos lo molestaba.

Su ceño se frunció cuando se topó a un niño. Su cabello era de un color miel y tenía unos ojos verdes brillando inocencia. Era pálido y lo miraba fijamente.

—Hola Ricitos.

Luke arrugó el ceño ante el apodo.

—Hola niño. ¿Es horario de visitas que te escapaste hasta aquí? —consultó Luke, dejando a un lado sus gafas. El niño de encogió de hombros.

—No lo sé.

Luke rodeó los ojos. En todo aquel día, ya había perdido la cuenta cuantas veces había hecho aquel gesto o había bufado. Estaba aún demasiado irritado.

—¿Por qué estás solo? ¿Dónde está tu mamá que no puede hacerse cargo de ti?

El niño se encogió de hombros y apunto al cielo.

—Me cuida de allá arriba —explicó.

Perfecto, Luke se sentía el imbécil más grande del mundo. No tenía tacto con los niños, era un amargado de primera y por supuesto que estaba hablando con un niño sin madre, culpando a un cadáver.

Quizás si necesitaba ayuda.

—¿Tu tienes mamá, Ricitos? —consultó el niño. Luke se sentía tan incómodo e incluso arrepentido que prefirió continuar la conversación antes que huir, frente a un posible enfrentamiento con quien estuviese a cargo del infante.

—Sí, pero ella está lejos —explicó el rubio cantante. Cuanto extrañaba a su madre. Quizás en cuanto tiempo la vería...de todas maneras, era afortunado de tener aún.

No como ese niño que ya le estaba comiendo la mente por la culpa.

—¿Por qué no haces tu tarea? —preguntó el niño con curiosidad, cruzando sus manos sobre la mesa, para luego apoyar su rostro ladeado en ellas.

Luke suspiró.

—Porque no es importante.

Contra todo pronostico, el niño soltó una carcajada que trajo confusión al rostro de Luke. Qué mocosa tan extraño.

—Yo le digo lo mismo a papi sobre las tareas de matemáticas. No son importantes —explicó, pero Luke arrugó el ceño, negando.

—No niño, las tareas de matemáticas son importantes para tu futuro —explicó Luke con voz suave, intentando que el niño captara la importancia del asunto.

High »MukeWhere stories live. Discover now