Capítulo 1: Señal de Héroe

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Señal de Héroe

[Carta de Trampa]

Cuando un monstruo que controlas es destruido en batalla y mandado al Cementerio: Invoca de Modo Especial, desde tu mano o Deck, 1 monstruo "HÉROE Elemental" de Nivel 4 o menor.

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Una semana después del inicio de las vacaciones de verano, es decir, justo el primero de agosto, aparcamos en el estacionamiento de un bloque de departamentos ubicado en la zona oeste de Ciudad Domino. No parecía muy distinto a cualquier otro edificio residencial en Japón: una enorme mole de acero y concreto, de veinte pisos de altura y cinco departamentos en cada uno de estos. Nada especial... O al menos no lo habría sido para mí, de no ser por el niño de sonrisa alegre y cabellera en forma de «Kuriboh» que nos dio la bienvenida:

—Mucho gusto, soy Judai Yuki —me saludó en cuanto me vio descender del coche—. ¿Eres el nuevo vecino? ¿Eres un duelista?

Lo miré, aturdido y sin saber cómo responder a preguntas tan directas de alguien a quien ni siquiera había tenido tiempo de decir: «Hola». Sumen a eso mi sorpresa de encontrarme, casi casualmente, cara a cara con uno de los protagonistas de la franquicia de anime en la que renací de manera imprevista.

—¡Espera! —se me adelantó él antes de que pudiera decir nada—. No necesitas responderme: puedo decir que lo eres solo con verte.

—En realidad no —traté de replicar una vez que salí de mi estupor y fui capaz de reaccionar.

—Nuestro pequeño Kenichi no ha jugado con sus cartas durante un tiempo muy largo —le explicó mi madre antes de que yo pudiera terminar de rechazar el obvio intento de Judai por arrastrarme a un duelo—. La verdad no sé por qué: tiene mucho talento.

No necesité verla para saber que en esos momentos estaba sonriendo con diversión, al tiempo que enviaba una mirada cómplice a mi padre. Desde hacía un rato que estaban esforzándose por obligarme a «salir de mi caparazón», como ellos lo decían. Como parte de eso, ponían mucho empeño mucho por lograr que hiciera algunos amigos, así que, como es obvio, no iban a desperdiciar la «oportunidad salvaje» que apareció ante ellos. Además, tenían la ventaja de que aquí, en una ciudad nueva, no tenía la reputación de bicho raro que gané entre los niños de nuestro viejo hogar.

—¿De verdad? —preguntó Judai muy entusiasmado—. ¡Tengamos un duelo!

—Tal vez más tarde —intenté zafarme—. Debo desempacar...

—Tonterías, hijo —me interrumpió mi padre—. Fue un largo viaje por carretera. ¿Por qué no te diviertes un poco con tu nuevo amigo y luego ya te ocupas de las cosas aburridas? De cualquier forma, el camión de la mudanza no estará aquí hasta dentro de un rato más.

Sin esperar a que le diera una respuesta, mi padre empujó la vieja baraja de principiantes en mis manos, la cual, por algún motivo, pasó del fondo de mi armario a la guantera del coche durante el proceso de mudanza.

Al ver la sonrisa radiante de Judai, me di cuenta de que no tenía manera de escaparme de eso.

Resignado, lo seguí en dirección al descanso de una de las escaleras del edificio. Nos sentamos uno frente al otro en el suelo y comenzamos el protocolo tradicional de duelo: cortamos el mazo del oponente, elegimos quien comenzaba con un piedra-papel-tijera y sacamos nuestra primera mano.

Esa vez que reencarné en Yu-Gi-Oh! GX (versión original)Where stories live. Discover now