Fuego

457 69 13
                                    

He desaparecido por una semana desde la fiesta de Marcus, sin teléfono, sin contestar llamadas, sin atender la puerta de mi casa.

Es mi manera de sanar, alejarme de todo por un buen tiempo en lo que mi corazón vuelve a respirar.

La única persona con la que mantengo contacto es con mi primo, Shane, para ser primos somos casi idénticos, solo que él es un poco más bajito que yo.

La casa de Shane se encuentra muy cerca a la mía, por la tardes voy con él para así comer algo y que no muera mientras mi padre llega a casa. Hemos hablado de chicos, de su novio (sí, es gay) y de su universidad. Jamás me imaginé que el dejar todo tu pasado atrás para estudiar una carrera fuera tan difícil, pero Shane estaba disfrutándolo.

Tal vez yo haga lo mismo cuando termine la preparatoria... solo me queda un semestre, podría ser un buen reinicio si me voy.

— ¿Qué harás ahora? —dice Shane mientras se acuesta sobre su cama.

—No lo sé —respondí.

Me senté sobre su escritorio mientras jugaba con una pelota de ping pong. Me siento raro, como si estuviera vacío, no sé qué tengo que hacer para sentirme bien.

—Te duele, ¿no es cierto?

—A cada rato, sí.

—Sabes, siempre he creído que... es mejor destruir los recuerdos que duelen.

— ¿Destruir? —pregunté confundido—. ¿Y cómo puedo hacerlo?

— ¿Alguna vez te dio algo que significara mucho para ti?

—Sí, sí... tengo uno de sus suéteres, pero no creo que le importe pedírmelo, también tengo unas rosas que me dio, están secas, pero las conservo aún.

Shane se levantó y me pidió que lo siguiera, llegamos a su garaje y sacó un bote con alcohol, salimos de su casa y caminamos hacía la mía, él sabía exactamente lo que debíamos de hacer.

Tomé el suéter y saqué las rosas de la caja donde estas estaban, coloqué todo en el centro de mi patio, el aire comenzaba a correr, podía sentirlo detrás de mis orejas.

Shane vacío un poco de alcohol sobre las cosas, cuando terminó, me ofreció un encendedor para que yo hiciera los honores.

—Tienes que dejarlo ir —dijo.

Observo con detenimiento los pocos recuerdos que generé al estar con Marcus, una pequeña lagrima baja por todo mi rostro... Pero ya no me siento mal, lo único que quiero hacer es liberarlo y avanzar con mi vida, que estaba mucho mejor antes de que el apareciera.

Sin pensarlo más, encendí en llamas las únicas dos cosas que me hacían pensar en él, estas ardían. Podía ver como poco a poco se iban desintegrando, primero fueron las rosas, después el suéter. Al poco tiempo no quedaba nada, más que cenizas.

No me preocupa, porque sé que este fuego lo inició el, lo inició en mí, pero nunca volvió para apagarlo, así que era yo quien debía hacerlo.

Me quedo mirando el fuego por un momento, me siento libre, como si mi corazón hubiera renacido de entre las llamas... y se siente bien.

Donde quiera que esté en este momento, le deseo la mayor felicidad, a él y a Heather.

Es tiempo de decirle adiós a Marcus, esta vez le hice un poema distinto, que por supuesto, tampoco leyó, pero lo hice por mí, por sanar... espero que algún día te des cuenta de lo que tenías justo aquí, todo lo que tenías y destruiste.

Este fue el poema:

"Te he querido escribir cientos de veces, pero nunca encuentro las palabras.

Debo dejar de buscarte, pero siempre encuentro una excusa para encontrarte.

Te observo, esta vez a lo lejos. Me conformo al ver cómo te llevas un cigarrillo a la boca, mientras yo estoy bajo la lluvia que cae en mi cara y me limpia el alma.

Debo dejar de pensarte, pero para un hombre enamorado eso es inútil.

Te di lo que pediste, te di lo que necesitaba, cada pieza de mi, todo lo que querías y más.

Debo dejar de llorarte, pero en estos momentos de soledad y tristeza, hasta el mismo atardecer me la refleja.

Ya no tengo miedo, ¿qué te hace pensar que eres todo lo que necesito? Olvida eso, pues cuando sales por la puerta y me dejas destrozado me enseñas a vivir con ello.

Debo dejar de esperarte, pero aquí estaré dispuesto a recibirte.

Ya liberarme, si no soy todo lo que necesitas, hazlo. Me tienes encadenado, con los brazos atados y mi corazón desplomado.

Sigo esperando, perdiendo el tiempo pero este se hace eterno. Te pienso, te miro, te siento como aquel día. El sentimiento se hace cada vez más fuerte, más intenso, pero despierto, rodeado de una obscuridad infinita.

Me entrego, lo que queda de mí, me entrego a ti.

Me tienes por completo, camino por tus huesos y saboreo tu veneno, lentamente estoy muriendo, estoy muriendo.

Te he querido escribir cientos de veces, pero siempre encuentro las palabras necesarias, y me hace pensar... ¿cómo algo tan pequeño, de pronto pareció tan grande?

Creo que nunca lo sabré".

Marcus, un capítulo triste en mi vida... pero, si pudiera compararlo con Francis, ¿seguiría siendo igual de desgarrador? La respuesta es no, esto no fue nada. Apenas es el comienzo.

Déjenme contarles sobre Francis. 

Estoy mejor sin élWhere stories live. Discover now