Parte 45: Las invitaciones

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El médico solicitó que alguien se quedara hasta que Francesco saliera de una resonancia magnética que sería sometido, Gee se quedó. Con Daniella, Matteo y las niñas fuimos a la casa de Francesco.

— Siguen dormidas— Daniella impresionada miraba como le quitaba los zapatos a Cherry al acostarla en su cama — ¿Francesco tiene el sueño así de pesado? ¿Quiero decir que no se despierta con nada?

— Desde que lo conozco— respondía Matteo encendiendo la pequeña lámpara que reflejaba suaves luces en forma de estrella en el techo.

Las niñas estaban tapadas y profundamente dormidas, apagué la luz principal y todos caminamos hacia la gran cocina.

— ¿Tienen hambre? — preguntaba Matteo hurgando entre las gavetas — Francesco tiene todo sin azúcar, y orgánico, ¿qué mierda? Él no come así...

— Río debe saber si hay algo de comida normal— Daniella encendía la televisión y se sentaba en un sillón

— No lo sé, la verdad es que las niñas comen sin azúcar, pero creo que puede haber algo escondido, ellas siempre decían que su papá comía galletas...

— Oreo, un arsenal de ellas. Hipócrita de mierda, y las niñas no pueden comer azúcar— abrió una alta gaveta y estaba llena de cosas dulces, barras de chocolate, galletas, entre otras.

— Él ama las cosas dulces— dije sonriendo como una estúpida.

La señora Piccolo sabe mucho de su esposo.

Daniella miró a Matteo arqueando una ceja, se veía confundida — ¿Señora Piccolo? — preguntó acercándose a la gaveta y tomó un paquete de galletas abriéndolo al instante.

— Eso le dije al médico, que Río era su esposa, por eso la dejaron pasar

— ¡¿En serio?! — Daniella se echaba a la boca una galleta y reía entretenidamente.

Era un poco cruel pensarlo de esa manera, pero podía ver como los tres estábamos en armonía, ninguno demostraba disgusto o incomodidad y todo eso se debía al accidente que tuvo Francesco, se sentía como si volviéramos a ser los mismos de hace un mes o incluso mejor, sin mentiras de por medio.

Daniella inspeccionaba todo en ese lugar, miraba los ventanales que daban hacia el patio trasero abriéndolos para ir a ver la piscina. — Es una casa bonita, grande, no lo esperaba de Francesco — soltó una risa burlona acercándose a los perros que la rodeaban.

— ¿Qué esperabas de él? — pregunté caminando hacia el césped junto a ella

— No lo sé, es todo tan misterioso, hace un mes nos enterábamos que es papá, es viudo por lo que supe ¿Quién se casa tan joven? Apenas tiene ¿veintisiete? y parece haber vivido la vida de una persona de sesenta.

— Lo sé...

Pensaba en lo que me había dicho sobre su esposa, que había muerto cuando las niñas tenían alrededor de seis meses ahogada, ella tenía problemas... ¿Pero qué clase de problemas? Cuando pasó todo, y supe la verdad, nunca esperé o pensé que su mamá había muerto, de hecho pensaba que quizás estaba separado y que él tenía la custodia de las niñas, en ese tiempo no pensaba con mucha claridad, no creía mucho eso de "padre soltero y viudo", sentía algo de tristeza al pensar que ella había muerto de esa manera, quizás se suicidó, o quizás algo peor pasó. No lo sabía. Y en relación a Francesco, todo parecía ser un misterioso pero ahora no había mucho que ocultar.

Ella se marchó, dejó las llaves de Francesco para que las usara al día siguiente si las necesitaba pero dudaba que eso pasara, quizás ella volvería con Gee y a Francesco le darían el alta médica. No estaría mucho tiempo ahí con las niñas, Matteo se quedaba esa noche conmigo en esa casa.

•MI NOMBRE ES RÍO•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora