Capítulo 27

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Lo que alguna vez fue una grandiosa estructura ahora era irreconocible, el tiempo acabo con todos los elementos que la hacían reconocible. La pequeña e increíble caverna cuya flora emitía una luz aguamarina atravesaba naturalmente la barrera blanca. Los niños no se despertaron de su trance hasta que estuvieron adentro.

― ¡Wow! ― todos soltaban sonidos de admiración al ver la fantástica exposición de flora luminiscente y cristales.

―Es hermoso― dijo Elizabeth tocando una de las plantas.

― ¡Somos ricos! ― gritó Shimu agarrando los más pequeños pedazos de cristal que se encontraban regados en el suelo.

Mushi, Lutza y Theodor empezaron a recoger cristales como si su vida dependiera de eso al escuchar las palabras de Shimu. Lastimablemente la suposición instantánea que realizó el pequeño lepiota era incorrecta, pues asumió que estos cristales al tener apariencias llamativas y hermosas eran equivalentes a las joyas que usaban sus hermanas mayores.

Los cristales luminiscentes no carecían totalmente de valor, su capacidad de absorber energía térmica y transformarla para emitir luz era bastante útil como componente technomágico, pero los minúsculos pedazos que los niños agarraban en sus pequeñas manitos carecían de la suficiente masa para tener algún valor monetario.

Sin darse cuenta, los niños empezaron a adentrarse en la caverna mientras recogían los pequeños fragmentos de cristal regados por el suelo. Elizabeth mientras admiraba las flores y hongos luminiscentes y las extrañas formaciones de cristal que rodeaban la caverna pronto se unió a su hermano y amigos en la recolección de las hermosas piedras regadas por el suelo.

En las afueras de los picos craneales, a varios metros de donde había entrado el grupo de Albella, Enok y sus seguidores se preparaban para asesinar al ent que se había quedado atrás debido a su tamaño. Tenían que ser rápidos y acabar con él provocando la menor cantidad de ruido para evitar que el grupo de Albella se diera cuenta.

Los multrow eran una especie con poca fuerza física, los exoesqueletos que naturalmente tenían para protegerse eran únicos para cada individuo por lo que solo unos pocos desarrollaban cuerpos aptos para combates cuerpo a cuerpo. Además, la pequeña cantidad de energía dentro de sus cuerpos que podían controlar de forma consiente no era suficiente para realizar más que los hechizos más básicos y simples.

Esta viscosa especie de moluscos se había ganado un espacio en el mundo gracias a su intelecto. Sus cuerpos utilizaban de forma inconsciente la poca energía innata y recogida de sus alrededores para estimular sus sistemas nerviosos, en especial sus cerebros. Esta habilidad natural los ponía a la par con criaturas metálicas como los Aicel en la capacidad que tenían para procesar información.

Por desgracia, los impulsos instintivos de los multrow los hacía en pocas palabras carecer de sabiduría, la capacidad de tomar decisiones correctas. Por lo que a pesar de su gran intelecto su especie se encontraba en su mayoría relegada a las islas bajas, mientras que los Aicel gozaban de gran poder en las islas altas.

― Apunten con cuidado. Lo quiero inmovilizado para que no pueda pedir refuerzos― ordeno Enok mientras restregaba sus obesas manos de forma siniestra.

Tres de sus seguidores observaban por las miras de sus rifles technomágicos al ignorante ent. Habían ordenado estas armas especialmente para tratar con los molestos arboles parlantes.

Enok sonrió con orgullo al ver a sus hombres armados con las avanzadas armas technomágicas, y lamento el hecho de que no fueras útiles contra todo tipo de criaturas. Tanto en Tellurus como en Almawarth el número de armas era igual de variado a la cantidad de criaturas que existían. Todos, tanto los seres inteligentes como las bestias y los monstruos contaban con diferentes debilidades, por lo que distintos materiales, tipos de magia, elementos o cantidades de energía eran necesarios en caso de querer acabar con la vida de estos.

Héroes OlvidadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora