• Capítulo XXX • El fin (de la fiesta)

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Aquellas palabras cayeron como un balde de agua fría sobre ambos, cargando de tensión la habitación. Yo no sabía qué decir realmente, así que hice lo primero que se me pasó por la cabeza, que casualmente no fue huir ni chillar.

—¿Por qué lo preguntas? —pregunto en tono suave, un poco intimidado.

—Por eso nos mudamos aquí —esta vez no interrumpo el silencio, así que ella continúa— Yo... iba con un chico algo mayor, una especie de rival de Adán. Se llamaba Nedd. Nedd y yo salíamos, o al menos eso pensaba yo, porque él no le veía el inconveniente a acostarse con otras chicas a mis espaldas... pero supongo que yo no decía nada, fingía no enterarme, porque creía que era mi culpa por no tener sexo con él.

—Entonces Nedd era un cabrón —opino— Supongo que no lo mataste a él, ¿verdad? —añado asustado, per ella solo ríe.

—No, aunque ojalá... ojalá lo hagan en la cárcel en la que se pudre —el desprecio en su voz me hace ver que aún hay más historia, así que la incito a continuar:

—¿Cárcel? ¿Algo de drogas o...? —solo formulo la pregunta para que ella me corrija o, de alguna froma, siga.

—No, aunque estaba metido —ella suspira— Un día lo enfrenté por todo lo que hacía, como Lyn hoy, así que se enfadó conmigo. Yo no tenía buenos amigos, mi hermano no me hablaba por ir con Nedd y Liv... bueno, ella creía que yo quería hundir su vida y ser la chica perfecta, estar por encima. Así que nadie me impidió ir a buscarlo. Era de noche, en un barrio malo... podría haberme pasado cualquier cosa, todos los que caminaban por la calle eran sospechosos; pero, llegué, y eso lo hizo peor... sí, lo pero fue que lo hicieran Nedd y sus amigos...

La voz se le quiebra. Empiezo a comprender que sucedió, lo que me lleva también a entender la enorme tristeza dentro del pequeño cuerpo de la chica.

—Un sirviente de la familia que había ido a buscarme los hizo huir, llamó a la policía y me apoyó durante los días siguientes —explica— Mis padres decidieron desaparecer de la ciudad, porque creían que me vendría bien un "cambio de aires"... aunque también por su imagen, aunque no los culpo. Pero Adán y Liv, sobretodo Liv, sí que me culparon. Creí que saldría de la oscuridad, en parte gracias a las charlas con Sebastián, el sirviente que me rescató. Encontré una salida en las artes marciales y de veras todo pareció posible.

Ella estalla en llanto y busca mi mano, la cual aprieta fuertemente. Al cabo de unos minutos se recompone y, aunque le digo que no está obligada a continuar si no quiere, habla:

—Pero hubo algo que no tuve en cuenta —respira hondo, tembloroso, al borde de volver a inundar sus ojos en lágrimas— Estaba embarazada —ambos presionamos el agarre de nuestras manos— Nadie más que Sebastián me apoyó, pero no estaba preparada, así que los dos conseguimos que yo abortara. Hacía solo un mes, pero mis padres lo vieron como una atrocidad, como un asesinato, despidieron a Sebastián y nos enviaron con el abuelo Damian.

—En ese caso, Viv, no eres una asesina —aseguro, tratando de infundir apoyo y cariño en mis palabras— No terminaste con una vida, si no que salvaste la tuya. ¿Crees que el bebé o tú habriáis podido ser felices? Esta es tu oportunidad para serlo.

—Hablas como Sebas —ella sonríe un poco— Desearía volver averlo. Desearía que mis hermanos, sobretodo Olivia, no me odiaran. 

—Oh, mi querida nieta —un compasivo Damian entra en la habitación y se acerca a Viv, así que me aparto para que ella pueda recibir el cariño de su abuelo— No puedo hacer nada por cambiar el pensamiento de los demás, pero ten por seguro que voy a apoyarte... no debiste fingir estar mejor si no lo estabas, querida... Y dime el apellido de ese Sebastián y ten por seguro que será mi próximo mayordomo, ¿de acuerdo?

EL CLUB DE LAS GUAPAS [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora