🧲 𝕄𝕒𝕘𝕟𝕖𝕥𝕚𝕔𝕠 | 15

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Dazai no sabría describirlo

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Dazai no sabría describirlo.

Había muchas maneras de intentarlo, pero sentía que ninguna era la correcta. Era algo superior a él, algo que siempre, de alguna manera, le acababa arrastrando a Nakahara Chuuya. Si no fuera por su habilidad, estaría completamente seguro de que Chuuya usaba su habilidad sobre él para atraerle a su lado.

Destino, suerte... había muchos factores (en los que Dazai nunca había creído) que explicaban su situación, pero si de verdad era algún Dios o deidad la que controlaba el rumbo de su vida, debía decir que este le odiaba.

—Dazai, haz el puñetero favor de apártate de una jodida vez.

—No serás tú Shakespeare —arqueó una ceja—. Eso intento, genio, pero como ves, no hay mucho espacio.

Hizo ademán de levantarse, pero ni bien lo intentó, su espalda chocó contra el techo.

—Es mi culpa por confiar en tus estúpidos planes.

Sería porque tenía quince años y científicamente las hormonas jugaban en su contra en esa edad, pero odiaba la sensación que Chuuya le provocaba cuando hablaba tan cerca de sus labios.

—¿Puedes callarte? Tus ladridos me irritan.

—No, me vas a escuchar con esas orejas de pez que tienes porque este es el peor de los peores planes que se te podrían haber ocurrido.

—¿Los peces tienen orejas?

—¡Ese no es el maldito pun...!

Dazai logró mover una mano para taparle la boca. Solo faltaba que los descubrieran. Chuuya se removió bajo él, y realmente era la peor decisión que podía hacer, porque con el ruido que estaba haciendo y con todo su cuerpo rozando el suyo, estaba provocando que todo saliera fatal.

—Deja de moverte y habla más bajo y te suelto —murmuró contra su mano, porque no había más espacio.

Chuuya le miró como si pudiera asesinarle con sus ojos azules, pero se detuvo. Dazai suspiró aliviado y quitó la mano.

—Cuando acabe esto, te pondré en tu lugar y te tiraré al río junto a los peces apestosos, que es donde debes estar.

—Qué romántico, Chuuya, me haces sentir mariposas —se burló.

—Por qué de entre todas las personas tengo que soportarte a ti.

—No te creas que tú eres el compañero ideal —se quejó Dazai.

—Por lo menos yo no ideo los peores planes de la existencia —replicó—. ¿Por qué siempre tengo que acabar así contigo?

Chuuya tenía razón, se lo tenía que dar. Sin embargo, no era precisamente el deseo de Dazai acabar siempre a dos centímetros de su compañero, sino que las mejores opciones para completar con éxito las misiones de alguna manera siempre pasaban por ellos dos estando pegados como un imán.

 千𝚒𝚛𝚎𝚠𝚘𝚛𝚔𝚜 𝚋𝚎𝚗𝚎𝚊𝚝𝚑 𝚘𝚞𝚛 𝚜𝚑𝚘𝚎𝚜Where stories live. Discover now