LXXI

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Con Marco nos dirigimos al lugar de encuentro, Isco insistió hasta lo último en venir con nosotros, a la final fui yo quién lo pudo convencer de que lo mejor es que se quedara en casa con nuestros padres, ya que ambos nos sentimos igual de impotentes con la situación.

En todo el camino no nos hemos dirigido la palabra pero sé que de vez en cuando me mira con ganas de romper el silencio, así como también notaba las intenciones que tenía de colocar su mano en mi pierna para brindarme tranquilidad, como suele hacerlo. El sonido de mi celular interrumpe aquel raro e incómodo silencio así que decido responder.

—Hola guapa, me he enterado de la situación, ¿cómo estás? —. Escucho la voz de uno de mis mejores amigos al otro lado de la línea.

—Luqui hola, sobrellevandolo, ahora mismo vamos a tratar de solucionar esto—. Le cuento mientras Marco escucha con atención.

—Ten por seguro que todo va a salir bien, un beso—. Se despide y cuelga la llamada.

Sé que hemos llegado a nuestro destino en cuanto Marco aparcar el auto en un callejón al que jamás en mi vida había ido y apaga el motor. El mallorquín suspira antes de hablar.

—¿Estás lista? —asiento en confirmación y segundos después abandono el auto.

Analizo el lugar con la mirada, luce bastante vacío, también se encuentra una bodega abandonada que seguramente es el escondite de esos dos.

Como si lo hubiese invocado, Edward aparece en mi campo de visión al mismo tiempo en que Marco se coloca a mi lado.

—Creí que había sido claro al decirte que debías venir sola —. Se dirige a mí con su estúpido tono sarcástico tan marcado con su acento alemán.

—¿Y tú enserio has creído que la dejaríamos enfrentarte sola, imbécil? —. Le recrimina Marco haciendo un mayor énfasis en la última palabra que ha salido de su boca. Fischer suelta una carcajada.

—¿Ahora tienes guardaespaldas que hablan por ti? ¡Wow! Mucho has cambiado desde que no estamos más juntos—. Se dirige nuevamente a mí ignorando la presencia del mallorquín que se encontraba explotando del coraje.

—Hijo de pu... —interrumpo a Marco.

—Yo no necesito que nadie me defienda, que te quede claro Fischer—. Lo enfrento dando unos pasos hacia adelante—. Sólo quiero que me entregues a mi sobrino y nos dejes en paz.

—Fíjate que eso va a estar muy difícil, cariño—. Se rasca la nuca.

—¿A qué te refieres?— Pregunto desconcertada.

—Pues ya te lo dije, la indicación que te di, la única era que vinieras sola y no con tu perro faldero que nadie invitó—. Marco apretando los puños ya iba a encargarse de darle su merecido pero lo detengo y por suerte, me hace caso.

—Yo lo invité—. Aparece la ex del mallorquín y se coloca a lado del alemán.

—¿Y eso por qué? —le pregunta Fischer a Muntaner.

—¿Querías toda la diversión para ti, acaso? —sonríe con picardía en dirección a Marco.

—Creo que fui algo egoísta—. Se encoge de hombros.

—Ahorrense su teatrito y palabrerías, quiero a mi sobrino—. Demando.

—¡Ay pero que amargada! Le quitas la diversión a todo esto. ¿Así eres en la cama?

La pregunta me pilla por sorpresa pero decido ignorarla.

—¡Marina, cállate!—. La reprende Marco.

—Ah, es verdad, seguro no lo han hecho. Por eso Fischer te dejó y tal vez Asensio haga lo mismo, porque nosotros si que disfrutábamos, ¿no es así, Marco? —. Marina se acerca a nosotros y reviviendo lo que hace unos años pasó le solté una tremenda cachetada en el rostro antes de agarrarla del cabello.

—Escuchame, no estoy para juegos absurdos así que devuélveme a mi sobrino—. Sujeto su melena rubia con tanta fuerza que por más que ella forcejea no logra librarse de mi agarre.

—¡Elhayza, déjala ya!—. Marco la libera mientras Fischer se divierte observando la escena.

—Bien, creo que ya nos divertimos suficiente—habla Marina— voy por el niño.

La mallorquina se adentra en la bodega, supongo que a cumplir con lo que dijo.

—Realmente me sorprendes, Ely—continúa—te has vuelto mucho más fuerte, gracias a mí, claro.

—Y te llevarás una sorpresa aún más grande—. Le dice Marco y tanto el alemán como yo lo miramos sin entender nada—Vas a pagar por todo lo que has hecho.

Al cabo de unos minutos, el callejón se ve inundado de policías apuntando hacia el alemán que no sabe como reaccionar o huir de la situación.

—Esta vez no te saldrás con la tuya, Fischer—. Marina vuelve a aparecer en la escena con mi pequeño sobrino en brazos.

—¡Tita! —Grita a penas me ve, la rubia lo coloca en el suelo y el pequeñín sale corriendo hasta mí, yo no puedo con la emoción y extiendo mis brazos para poder abrazarlo y cargarlo.

—¿Estás bien? —le pregunto desesperada mientras reviso a ver si no tiene algún golpe o algo parecido para después besar su cabeza.

—Si, tita, estoy bien.

Edward intenta huir pero Marco se da cuenta de sus intenciones y le da un golpe que lo tumba en el suelo para que la policía se encargue de esposarlo y llevárselo.

—¡Sé van a arrepentir de esto! —. Nos amenaza.

—Tiene derecho a guardar silencio, todo lo que diga será utilizado en su contra—. Le dice el policía que lo acompaña hasta la patrulla.

Me toma unos minutos digerir lo que acaba de pasar, ¿de verdad Marina Muntaner nos ayudó? ¿Era este el plan?

—¡Tío Marco! —grita de emoción el pequeño en mis brazos queriendo que el mallorquín lo cargue, Marco me dedica una mirada como diciendome ¿puedo? Por lo que le paso a mi sobrino.

—Hola campeón, te hemos echado mucho de menos—. Marco le revuelve el cabello a Isquito y él ríe encantado. La sonrisa del mallorquín es indescriptible.

—A Marco le sienten muy bien los niños, ¿no? —Marina se acerca un poco temerosa hacia mí, yo observo con dulzura la escena de Marco cargando a Isquito y como se la disfrutan.

—Si, definitivamente creo que sería un estupendo padre—. Una sonrisa se dibuja en mis rostro de tan sólo imaginarlo.

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¿Qué tal este capítulo?  ¿Se esperaban lo que pasó?

Déjenme en los comentarios sus opiniones, estaré leyéndolos ✨

Ig: runorwrite

Mi mejor jugada eres tú ||Marco Asensio||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora