Piénsalo, Dos Veces (II)

Capítulo 58 - Un susto

Los Alpes, Austria. Marzo 1965. 

PAUL's pov. 

—Mucho gusto Linda —extendí mi mano para saludarla. 

—¿Ahora sí harás tu trabajo? —preguntó John.

—Ahora sí chicos... así que les voy a pedir que se pongan en posiciones. 

George, Ringo y yo nos miramos, no sabíamos a qué se refería. 

—Oh, lo siento chicos. Olvidé decirles —John se tomó de la nuca un poco apenado—, ella es fotógrafa, estará con nosotros durante la filmación. 

—Pensé que ya se los habías mencionado John. Tal como él lo dijo, estoy aquí para tomar las fotografías oficiales de esta película, y su primer sesión es en la nieve. 

Nos acomodamos como ella lo indicó, no fueron tantas fotos, ya que las grabaciones comenzaron. 

[...]

Fue el día más activo que vivimos. Tuvimos que esquiar por la montaña mientras aparentábamos ser perseguidos, eso fue lo más difícil. No soy bueno con el equilibrio, mucho menos George. 

Pero todo tuvo su recompensa. Nos invitaron a una cena especial, donde habría música, comida de todo tipo y alcohol. 

—Perfecto Paul, tenemos que desquitarnos del trabajo aquí. 

—Sí Ringo... 

—Sobre todo sin novia —comentó George dándome un codazo. 

—Vengo a comer y tomar, no a ligar —le di una palmada en la cabeza. 

—Chicos, creo que hace mucho más frío en la ciudad que en los Alpes —mencionó John entre risas. 

Entramos al lugar. Era muy cómodo desde el clima hasta la gente. No conocíamos a casi nadie y nos trataban muy bien. Saludamos a Brian, al director de la película, a los camarógrafos y a otras personas que fingimos conocer. 

Ringo se metió a bailar a la pista y se llevó con él a George, había una chica linda por ahí a la cual quería coquetearle. Mientras tanto, John se puso a platicar con un productor. Lo último que escuché fue algo sobre un libro, porque interrumpieron mi atención. 

—¿La estás pasando bien?

—Oh, sí —saludé a Linda—... ¿Tú la estás pasando bien?

—Sí, un poco. Aunque no te voy a negar que no estoy del todo cómoda. 

—¿Por qué?

—Dejé a mi perrita sola en el hotel. 

—Pero... ¿ella está bien?

—Sí sí —contestó mientras sostenía una copa de vino en su mano izquierda y se recargaba con la otra en una mesa—, pero no está acostumbrada a viajar... la tuve que traer conmigo hasta acá. 

—¿Desde dónde vienes? —le di un trago a mi bebida. 

—América. 

Mi corazón latió un poco más rápido. Tuve el impulso de codear a John que estaba prácticamente detrás mío. 

—¿Estados Unidos? —pregunté.

—Sí... soy de Nueva York. De hecho estaba entre las miles de personas que los recibieron en el aeropuerto y también fui a uno de sus conciertos. 

—Wow, excelente. Me siento feliz de que nos hayas visto y poder conocerte —asintió con la cabeza mientras bebió —... y... ¿por qué te trajiste a tu perrita hasta acá?