☣CAPÍTULO 4☣

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         Me siento un tanto surreal. Estoy cruzando un edificio abandonado, siguiendo a un completo extraño del cual no sé ni su nombre, mientras corro contra reloj antes de que llegue la hora de morir y después me convierta en un andante. Estoy tratando de seguirle el paso, pero es demasiado ágil y creo que eso me irrita demasiado.

         —Parece que recuerdas el camino muy bien. Me impresionas —comento agotada, tratando de no tropezar con nada en el camino—, yo llegué anoche y no puedo recordar nada de esto. ¿Hay más caminos o algo así?

         —No. Sólo hay uno —contesta bruscamente.

         —Pues tienes buena memoria —me contengo para no insultarlo— de hecho. ¿Cuánto tiempo llevas aquí? Parece que conocieras bien este lugar, o que acabaras de llegar.

         Mis preguntas son descaradas y lo sé, pero la verdad no me importa. De pronto se detiene y yo choco contra él. Me encara y trago saliva. Creo que me he pasado.

         —Es aquí. —Señala una puerta tras la cual todo es completamente oscuro—. Tenemos que cruzar.

         Resoplo.

         —Sí, ya me acuerdo de esto.

         —¿Recuerdas el camino? —pregunta, incrédulo.

         —No. Recuerdo que todo era negro y no veía una mierda. Sólo me guie por la luz que venía del fondo.

         Lo veo considerar la situación un momento y luego volver a andar.

         —Te llevaré afuera. —Extiende un brazo hacia mí—. Pero tienes que sujetarte con fuerza y mantenerte así todo el camino.

         Lo miro con recelo, pero no me queda más que aceptar y agarrarme a su brazo. Él empieza a caminar y tengo que mantenerme bien aferrada a él porque, en cuanto cruzamos la puerta, todo se vuelve oscuridad.

         A mitad del camino siento cómo mis manos de pronto lo pierden. Se aleja demasiado y eso me desorienta. Empiezo a escuchar ruidos extraños provenir del fondo del lugar. Movimientos erráticos, torpes, lentos. Maldición, estoy segura de que no es él. Creo que entro en pánico porque comienzo a tropezar y sin darme cuenta termino tirando algo que produce un terrible estruendo. Me sobresalto. Creo que la he cagado. De pronto algo me sujeta de los hombros. Trato de soltarme, asustada, pero entonces escucho su voz y sus manos me agarran con fuerza.

         —¡Hey, cálmate! —me regaña.

         Recupero la cordura y logro distinguir su rostro entre las tinieblas. Madre mía, da más miedo que un zombie. Asiento cuando me pide que cierre la boca.

         Entonces escuchamos gruñidos y nos damos cuenta de que no estamos solos. Estoy petrificada, pero él sólo maldice y me agarra con una fuerza brutal del brazo para encaminarnos a toda prisa a la salida. Se mueve demasiado rápido y con fluidez, y yo apenas puedo evitar caerme mientras me arrastra consigo. Es como si pudiera ver en la oscuridad, porque en menos de lo que pienso ya estamos frente a la salida.

HOSPEDANTES ©Where stories live. Discover now