☣CAPÍTULO 39☣

25 2 0
                                    

❖

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


         El camino es largo y tortuoso.

         Contengo el pánico cuando por fin, después de casi una hora, llegamos a nuestro destino. El conductor apaga el motor y baja de un salto. Yo asomo con miedo la vista desde la ventanilla.

         Distingo una vieja estación de tren, con andenes abiertos y bancos de madera. Nos situamos a un par de metros, mientras los hombres de Goran comienzan a investigar el área.

         —Aún no llegan —grita uno.

         —Tenemos tiempo —responde alguien más.

         —Vigílenlo —esa última voz me hace temblar.

         Escucho sus pasos sobre la grava y agacho de nuevo la cabeza.

         —¿Yatlax traerá refuerzos?

         —Nosotros somos sus refuerzos.

         —Escuchen bien, Yatlax vendrá solo. Somos sus únicos hombres de confianza y lo que pase allí arriba nadie más puede saberlo, ¿entendido?

         Un silencio sepulcral se suscita después de un "sí, señor" al unísono.

         —Bien. Vayan con el resto. No quiero que le quiten los ojos de encima.

         Un par de pisadas se alejan y después el silencio vuelve a imperar. Espero con miedo hasta que la puerta es abierta abruptamente, haciéndome saltar. Me siento como una idiota cuando mi mirada se cruza con la de Goran. Me hubiera gustado mantener mi dignidad intacta, pero creo que he empezado mal.

         Me levanto sobre el asiento, alejándome todo lo posible de él. Goran observa con frialdad mis patéticos movimientos. Su oscura mirada me paraliza. Cuánto quisiera tener el valor de escupirle a la cara en vez de cagarme de miedo.

         —¿Sabes? —habla por fin, con tono suave—. Nunca odié a los humanos. Ese desprecio ingénito a la humanidad, no lo entendía. Me daban incluso pena. Después de todo, no es su culpa haber nacido débiles.

         Contemplo con estupor su semblante casi amable en sus ojos avellana. Luce resignado, como si la pena hubiese añejado y ahora sólo quedaran cicatrices internas.

         —Pero ahora, gracias a ti —continúa, inclinándose hacia delante para romper el espacio que nos separa—, te aseguro que no siento la más mínima lástima por asesinar a cada humano que veo. —Me sujeta de súbito de la quijada y me obliga a encararlo—. Quiero que sepas que lo que voy a hacerte es sólo lo que mereces después de lo que le hiciste a Jared. Vas a desear estar muerta, y espero que entonces recuerdes su rostro y sepas que asesinarlo fue el peor error que pudiste haber cometido.

HOSPEDANTES ©Where stories live. Discover now