☣CAPÍTULO 29☣

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         La desconfianza, el recelo y la impotencia le suceden al miedo inicial.

         Frente a mí, grabado sobre la carcasa del coche, en una placa de metal tan discreta que en un principio me había costado distinguirla, está el mismo logo del planeta Tierra y las estrellas que había visto tiempo atrás en la caja y la credencial que Glenn siempre carga en su maleta.

         Al principio me resulta algo intrascendente, pero en cuanto lo pienso un poco la idea me hiela la sangre. Hasta ahora era una suposición vaga que no tenía sustento, pero el eco de esa posibilidad se vuelve de pronto más fuerte. La posibilidad remota de que todas estas personas contra las que Glenn se enfrenta no sean realmente... enemigos.

         Tengo poco tiempo para pensar en esto porque pronto escucho a unos hombres aproximarse desde la zona cercada. Apenas alcanzo a tumbarme en el suelo y arrastrarme bajo el auto antes de que ellos lleguen. Cuando contemplo sus pies a centímetros de mí me encojo lo más que puedo.

         —No sé, pero estoy harto —uno de ellos habla con voz cancina—. Entre el ensañamiento de Gor con esa niña y los Nevin tocando todo el tiempo las pelotas no estamos yendo lejos.

         —¿Tienes una mejor idea?

         —Bueno, ¿no sería mejor atraerlo a nosotros, en vez de ir detrás de él por toda la ciudad?

         —Sabes cómo le fue a Jared con eso. —Uno de ellos apoya la espalda en el auto y enciende un cigarro—. No me sorprende la rabia de Goran. Yatlax y él tienen que estar desechos. La venganza es lo único que podría aliviar su pena.

         —Pero, ¿no te parece que es inútil? La chica va a morir de todas formas, junto al resto de esos bastardos cuando detonen el arma.

         —Supongo que sí, pero eso no les dará la satisfacción de verla agonizar.

         —Sí... Toda esa gente tendrá una muerte rápida e indolora. Me parece que Oriel ha sido demasiado benevolente.

         —Es más bien práctico. Después nos tocará a nosotros limpiar el mundo. Mejor que todo acabe rápido.

         —Me gustaría que al menos supieran por qué morirán, por qué se han ganado ese destino.

         —No te lo creas demasiado. —Lo escucho reír—. A fin de cuentas, no somos tan distintos a ellos. Si la humanidad se extingue también tendríamos que morir nosotros, ¿no?

         —Nosotros no hicimos de este mundo un infierno.

         —Pero seremos los únicos que queden vivos para cargar con los pecados de nuestra especie.

         —Sí, claro —suelta con una risa burlona—. Ya te encargarás de tus pecados más tarde. Primero tiene que aparecer Glenn, si no, no llegaremos muy lejos.

HOSPEDANTES ©Where stories live. Discover now