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Tal y como prometimos, las cosas marcharon con normalidad

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Tal y como prometimos, las cosas marcharon con normalidad. Al menos, relativamente. El transcurro del resto de los días en mi primera semana de
celo fue doloroso. Además, fui informado de que a partir de entonces todos mis calores dolerían mucho más, debido a mi obvia decisión de no copular con mi pareja. El médico dijo que una vez encuentras a tu pareja destinada pero esta no te atiende, el celo es mucho menos llevable en cuestión de dolor. Sin embargo, en lo que respectaba a las funciones básicas de un individuo normal en la sociedad, notaría una gran mejoría y mis fiebres dejarían de ser tan intensas como las de un omega sin lazo, por lo que ni siquiera tendría que estarme encerrando para reposar. Especialmente si tomaba una buena cantidad de supresores.

La explicación del doctor fue que nuestras feromonas, en etapa de celo, se disparan y van en todas direcciones. El organismo realiza tanto trabajo que nuestra fiebre aumenta de manera natural para evitar otras funciones básicas, reduciendo así nuestra energía, con tal de que no sobre-esforcemos nuestro cuerpo y corramos riesgos mayores. Cuando no descansamos lo suficiente, o vemos a otras personas, el celo empeora porque todas esas feromonas que viajan a distintas partes obtienen una respuesta involuntaria por parte de cada alfa que encuentren. Dichas respuestas en forma de hormonas alfa llegan a nuestro útero, que envía estímulos de dolor a nuestro cerebro, a la par de una fuerte excitación sexual, para que nos lancemos a procrear. En mi caso, al estar enlazado, mis feromonas viajan de manera unidireccional, por lo tanto mi organismo solamente recibe una respuesta y los efectos del celo se reducen al mínimo. Lo único que aumenta es el dolor porque al tener no sólo a mi alfa, sino a mi pareja destinada disponible sólo para mí, pero no hay coito, el útero envía una señal tras otra como si el organismo me pidiera a gritos aparearme ahora que es "momento".

En todo caso, cualquier desventaja que aportara la situación que acordamos, sabía que era por el bien de los dos y no puse quejas. Tras volver a clases, mis compañeros dejaron de sentirse incómodos ante mi presencia, y hasta diría que al principio ahuyenté a los alfas con mi nuevo aroma. Seguramente nadie entendió el por qué del cambio, y si hubieran preguntado habría dicho que aprendí a controlar mis feromonas. Además comencé a llevar el collar todos los días, a pesar de que el riesgo de ser atacado ya era casi nulo, puesto que así nadie pensaría que yo ya estaba marcado y reclamado.

Kacchan estuvo ignorándome, ni siquiera me molestaba tanto como antes. Su comportamiento sólo fue anormal durante las primeras semanas. Cada receso le decía a sus amigos que se adelantasen, que se quedaba un momento conmigo para enseñarme una lección, como si simplemente fuera a insultarme o pegarme. Y, una vez solos en el aula, sacaba una fiambrera llena de deliciosa comida y me la daba. Me confesó con honestidad, aunque molesto, que sus instintos le estaban obligando a cocinar compulsivamente y que si no me comía lo que él preparaba no podría descansar.

Yo lo engullía, siguiendo sus órdenes de que comiera con prisa antes de que alguien sospechase. Después de un par de meses, aprendió a suprimir aquel síntoma y he de decir que le eché de menos.

El ❛ello❜ y el yo【Bakudeku/Katsudeku】Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum