Estábamos en cuarentena. Muriendo de aburrimiento. Ya no encontraba que hacer. Félix y Gervasio estaban en sus cuartos enfadándose. Miré alrededor de la sala buscando algo que hacer. Encontré mis audífonos y un buen libro. Al fin algo para relajarme un rato. Ay no- ahí viene Gervasio. ¿No puedo tener ni un momento para mí?
“Aria, ¿puedes venir a jugar conmigo?”
Como decirle no a Gervasio. Lo que pasará es que irá llorando con Mamá para decirle que me pida que juegue con él.
“Está bien, Gervasio. Solo espérame un rato.”
“¡Ahorita!” grita él.
“Está bien, pero no grites. Ya voy.”
“¡Pues ya ven!”
“Está bien. ¿Qué vamos a jugar?”
“¡Astronautas!” grita.
No puede ser. Nunca se cansa de ese juego. Lo peor es que él siempre quiere que yo sea un extraterrestre a quien él derrota en el espacio. Pero como decirle no a Gervasio.
“¿Seguro que no quieres jugar a policías y ladrones?”
“¡Astronautas!”
“Está bien, está bien.”
Todo iba relativamente bien. Habíamos construido el cohete y llegado al planeta Gliese 581 c.
“Aria, ¿Qué te parece si construimos un cohete de verdad?” pregunta el
“No seas loco Gervasio, no tenemos ni el dinero ni las cosas que necesitamos.”
“¿Y si le preguntamos a papá?” siguió insistiendo
“Mira, tu pregúntale, porque si yo le pido, seguramente dirá que estoy loca.”
Justo en ese momento, llego papá a la sala. Él había estado con mamá en el cuarto platicando de algo que no nos querían decir aún. Le di un ligero codazo a Gervasio para que le preguntara.
“Papá, Gervasio te quiere preguntar algo,” dije sonriendo
“Papi, podemos, emmm, ¿podemos construir un cohete para ir al espacio?”
