La felicidad del pobre

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No puedo negar que este ultimo mes ha sido color de rosas, aún no sabe el personal que Layla y yo somos novios, no quiero que corran la voz y le perjudique a la clientela del bar. Ella tiene que aguantar mis coqueteos con las mujeres que llegan aquí  y a veces unas que otras citas, que no pasan de un beso, aunque esto último ella no lo sabe. He estado trabajando duro, también para ganarme la confianza de su padre, su descontento me lo ha dejado claro, recalcando en cada comentario hacia nosotros la diferencia de edad que nos atraviesa y diciendo que soy un ermitaño. A Layla le apasionan esas cosas, le gusta el misterio y lo que no conoce no le asusta, le intriga y eso me vuelve loco.

Había visto a su padre estar aquí en la mañana, pero me tranquilicé en cuanto se fue, ese hombre me irrita y me harta, me fastidia, me hace perder la calma y juro que un día no responderé... tuve que tomar agua antes de seguir trabajando o perdería la cabeza por cada vez que recuerdo sus comentarios.

Empezaba a tener una tarde tranquila  en el bar, hablando con las mujeres que llegaban y sirviendo unos tragos, olvidando el mal rato, pero de repente... llega a mi cabeza el viejo refrán, "la felicidad del pobre dura poco", al ver semejante figura entrar por la puerta.

- Dichosos los ojos -dijo la pelirroja al sentarse en la barra. No voy a negar que me puse rojo, pálido, verde, amarillo, sin color, un arcoíris, con escalofríos, alegre, tenso. Un montón de sentimientos y de nuevo esas abejas en mi estómago comenzaron a surgir, sentimientos que había enterrado durante mucho tiempo en menos de un segundo comenzaron a salir.

- Que quieres? -fue lo único que me salió decir.

- Dios mío, así es como recibes a tus clientes, no es lo que se escucha por ahí, pensé que coqueteabas primero y servías tragos, -dijo.

- Primero que nada, no le sirvo trago a mujeres embarazadas, segundo, coqueteo para ganar clientes, así como tú en aquel bar -dije con una sonrisa. Ella se puso roja.

- Vas a seguir llamándome prostituta? -gritó.

- Eso lo acabas de decir tú, yo dije "trabajar", te voy a agradecer que bajes la voz o te largas de aquí, no quiero problemas con la ley por servirle tragos a alguien como tú, -respondí.

- Por servirle tragos a una embarazada o una prostituta? Preguntó enojada.

- Disculpa amor, pasa algo!? -Preguntó  Layla al llegar.

- ¿amor? Preguntó la pelirroja.

-Estoy bien, puedes quedarte aquí un momento? Debo salir afuera arreglar algo.  -pregunté al tomar su mano.

- Está bien, sólo no permitas que esa mujer siga haciendo un escandalo - dijo al cruzar la barra.

Salí al callejón y la pelirroja me siguió.

- Entonces esa es tu nueva mujer? - preguntó la pelirroja cruzada de brazos.

- Yo no te molesto con los tuyos, ahora dime, qué buscas aquí? -le pregunté.

- Estaba buscándole señor, -dijo.

- Disculpa, no lo noté. Se puede saber que quieres? Y por qué luces así? Estás usando drogas o algo?

- No es eso, es peor que eso, tienes que ayudarme, los demás piensan que estoy loca y tú bien sabes que no es así -dijo.

- Penélope, soy la persona menos indicada, para juzgar tu cordura y voy a pedirte que te largues de aquí, estoy rehaciendo mi vida, de la cuál hui porque eres la pesadilla que me sigue a todas partes! Me fui de mi país, me fui de ese arrabal pueblo y te advierto que no me harás irme de aquí!

- Déjame explicarte, yo- tú nada, busca un doctor porque enserio luces mal y déjame en paz a mí -interrumpí al irme.

Es la bestia! No sé que está pasando conmigo, me tiene el cuerpo lleno de moretones y si no me ayudas va a matar a mí hijo, está acabando con su inocente vida poco a poco. Está succionándolo como si-si... Sé que esto suena extraño, como si... -fuera una bruja? -Interrumpí como si uniese piezas a un rompecabezas.

-Sabía que ibas a entenderme -dijo llorando.

- ¿Cómo sé que no lo estás inventando? -pregunté. Ella inmediatamente se quitó las trapos que traía puestos y pude ver todo su cuerpo, estaba flaca y su barriga estaba grande ya, ella estaba llena de moretones en todo su cuerpo y su vientre, estaba mal totalmente, jamás había visto algo tan aterrador en mi vida, lucía verdaderamente mal, creo que ella se está muriendo.

- Santo Dios! -dijo Layla al llegar.

-Layla! -grité sorprendido. La pelirroja avergonzada empezó a vestirse.

- No voy a preguntar el por qué está ella desnuda, pero que son esos moretones tan grandes? es como si la golpearan con algo de hierro, pero estaría muerta de ser así, además, es más que evidente que ustedes se conocen, sólo... Sólo... -Layla, no es momento ahora, -interrumpí.

- Creo que son moretones a causa de que algo está succionándote, no podré ayudarte mucho pero voy a contarte algo que leí, toma algo de dinero, quédate cerca y nos vemos en la biblioteca cuando salga de aquí, pediré un permiso, está bien? -dije.

- Sí, Sí Anshton, muchas gracias, -dijo al tomar el dinero y marcharse. Layla se puso en frente mío con las manos en la cadera, estaba perpleja.

- No quiero hablar ahora, -le dije al irme.

- Detente ahí mismo Anshton Smith, me vas a contar justo ahora lo que está pasando, de eso depende que consigas un permiso para salir de aquí! -me gritó.

- Es una amenaza? -pregunté.

- No tengo derecho a saber el porqué una desconocida vino al bar de mi padre a hacerte un escándalo, que me dejaras cubrirte allá delante por más de media hora y cuando entro acá me topo con una mujer embarazada y llena de moretones, alguien que luce realmente mal y encima de todo, viene a pedir tu ayuda, sólo, sólo espero que ese hijo no sea tuyo y que no me hayas dicho una sola palabra, ¿qué está pasando? -preguntó enojada.

Has dicho básicamente toda la historia, que te voy a contar? Ese hijo no es mío, no sé lo que le sucede pero debo ayudarla -contesté mirando hacia la puerta.

¿pero por qué? Ella sólo debe ir a un doctor! Acabas de darle dinero suficiente! -gritó.

- No es cosa de un doctor! - Grité. Ni siquiera yo me daba cuenta de lo que estaba diciendo.

- De qué estás hablando Anshton? Pensé que tú no creías en esas tonterías - gritó.

- Ya no sé en lo que creo -dije al irme.

- Si cruzas por esa puerta sin darme por lo menos una explicación, espero que estés consiente de que puedes perderme, -dijo mientras salían lágrimas de sus ojos.

- Creo que es otro riesgo que voy a correr contigo, -dije al irme.

Fin del capítulo.

Los libros de Helmut Pfeiffer.Where stories live. Discover now