Más sabe la bestia por viejo que por bestia.

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- por Dios, Anshton, siempre ha estado ahí, te ha hecho creer cosas que no son, sé que te mentí y que maté a una persona inocente, pero él es el enemigo aquí! -dijo.

- No, tú me has hecho creer cosas y mi única enemiga aquí, eres tú. - respondí lleno de ira.

Tomé la estaca de madera y mientras salían lágrimas de mis ojos, me acerqué hacia ella, respiré profundo h mientras ella suplicaba que la sacara, yo la agarré y la clavé justo en su vientre.

Empezó a salir sangre de su boca mientras lloraba.

- Eres real. - grité perplejo. De pronto empecé a temblar.

- El anciano, - susurró.

Suplicaba que la sacara de allí. repetía una y otra vez mientras se moría lentamente frente a mis ojos, la venganza que tanto anhelaba, la conseguí. Yo solo negaba con mi cabeza mientras se congelaba mi sangre junto con mi cuerpo. Para poder acabar con todo esto, respiré profundo mientras salía de mi nariz mas humo que el de una chimenea, el frío provocaba esto. La niebla cubría casi por completo mis ojos, se me cayó la estaca, entonces tenté el suelo con mis manos ya que se me hacía difícil encontrarlo sólo utilizando mis ojos, finalmente la encontré.

Sentí un poco de alivio y me volteé hacia ella. Estaba tunita.

- Lo siento tanto -dije llorando.

- Voltea ya! voltea ya! Detrás de ti - exclamó con su último aliento.

Para cuando quise voltearme el anciano me había quitado la estaca, tenía los ojos más rojos que la propia sangre y sus uñas eran largas y encorvadas, tenía un aspecto extraño, de su boca salía espuma, como si empezaba a darle rabia, no olvidemos a Jaeco quien estaba también completamente diferente, rabiaba y se notaba cuanto me odiaba.

- Cómo no pude verlo antes - me pregunté pasmado, no podía moverme a causa de los nervios.

Me pegó un manazo y desgarró mi camisa, mientras repetía "estoy sediento de ti". Caí a un lado y la estaca cayó en otro, para cuando quise levantarme el viejo le dio un puntapié.

En ese momento vi como se convertía cada vez más en un animal, el anciano ermitaño que conocí, se había convertido en la bestia.

- Debí haberme dado cuenta! -grité.

- No creo, eres muy idiota -respondió sin que pudiera entenderlo.

Tomé la estaca de la pelirroja la cual se había caído, cuando la bestia se abalanzó hacia mí, se la incrusté en el cuerpo, por un momento creí que sería así de fácil. Me aventó al piso de un manazo y se tiró al suelo con las intenciones de matarme, se acercaba con rapidez y yo aún no recuperaba el aliento, pateé la nieve hasta sus ojos y corrí como pude, temía por mi vida, más aún porque la bestia seguía con vida, la estaca de madera no sirvió de nada, no puedo creer que los libros de Miracle, eran también historias falsas.

Empecé a correr por el bosque, topándome todo el camino con cadáveres de personas que la bestia había asesinado. El olor de la sangre comenzaba a marearme y el frío a entumecerme, la niebla a confundirme y los pensamientos a derrumbarme, ahora comprendo por qué nadie ha podido y apenas esto está empezando.

Cada vez se hacía más eterno el trayecto, más porque no sabía con certeza hacia donde caminaba. No podía llegar al punto de encuentro donde había hecho la trampa con la pelirroja y si por casualidad lo encontraba, no podía diferenciarlo, comencé a pensar que tal vez había pasado ese lugar sin darme cuenta. Escuchaba a lo lejos personas gritar por ayuda, yo seguí corriendo y de pronto mi cabeza empezó a dolerme, con la misma intensidad de aquél día cuando me encontré con Alpherd. Mi vista comenzó a nublarse y empecé a sentir una presión tan fuerte en los pies que no me permitía correr, además el frío causaba que me dolieran, sentían que se quemaban mis piernas y se resecaba muy rápido mi boca.

- Esto no puede estar pasando -grité.

De pronto una figura a lo lejos de algo tan pequeño empezó a crecer frente a mis ojos, me asusté tanto que golpeé mis piernas con fuerza para que pudieran responder. Empecé a correr y mis lágrimas salían, cada una quemando mis mejillas, sentía congelarse por completo toda mi piel. Aquella cosa estaba lejos, pero diez de mis pazos tan sólo eran uno de los suyos y con rapidez me alcanzaba mientras mencionaba por mi nombre.

Los nervios me hacían flaquear y caí al suelo una y otra vez, con cada paso que daba un dolor inquebrantable me agobiaba. No me salía el habla ni siquiera para pedir ayuda como los demás, y aunque quisiera no podría hablar, el frío contra el calor de mi cuerpo y el dolor de mis huesos, mi ropa mojada de nieve por cada vez que caía, causaba migraña gracias a que mi cuerpo se calentaba mientras huía. Giré mirando hacia detrás para ver donde quedó aquella cosa y no pude verla, gracias al cielo había una casa muy cerca, es idéntica a la que describió la pelirroja cuando eso la seguía.

Corrí como pude y toqué esa puerta con todas mis fuerzas, hasta que un hombre la abrió y antes de que dijera algo, decidí entrar. Supliqué que no abriera la puerta, pero el estaba decidido a echarme, le conté sobre la bestia y éste se acercó a checar mis ojos interrogando si había inhalado algo o había visto alguna planta alucinógena, me faltó al respeto, pero no podía decir nada porque me había refugiado en su casa, me llevó a una habitación donde dijo que estaría seguro, la cerró antes de marcharse, me fijé en su mano derecha donde una de sus uñas lucía como garra, me senté en el suelo porque mi cabeza me estaba doliendo, tal vez aún estaba alucinando, o empecé a ver cosas a causa de los nervios.

Estoy perdiendo la cabeza y tengo un dolor tan grande en el pecho, asesiné a la mujer que amo por culpa de despecho, dejé que la ira nublara mi juicio y el viejo supo manipularme.

Estaba quedando dormido sin darme cuenta, empecé a tener alucinaciones, es como si por primera vez empezaba a ver las cosas realmente con claridad...

Pensamientos:

- La bestia te hace ver lo que quiera.

- El ave que volaba sobre la cabeza de la peli roja... ahora que recuerdo bien, no estuvo ahí todo el tiempo, supuestamente lo recordé después que el viejo lo mencionó; sin embargo, su acompañante es el perro.

- La bestia debe tenerte cerca.

- La pelirroja quería estar conmigo, pero el viejo fue quién desde el principio me pidió que me quedara.

- La bestia suele estar enojada; la pelirroja todo el tiempo.

- Pero que me dicen de los últimos días de Jaeco?

- la bestia te hace creer lo que no es.

- Metió en mi cabeza a la pelirroja haciéndome creer que era ella la bestia

Cada pensamiento llegaba a mí con un fuerte dolor de cabeza, estaba mareado y apenas mi cuerpo comenzó a entrar en calor.

Las ventanas estaban cerradas por completo y en la habitación había muy poca iluminación, entró un fuerte viento no sé por donde, levanté mi cara sudada y con mi mano tocaba las heridas que tenía en el pecho, me hervía, tenía sus garras marcadas. Se paró aquella cosa en la ventana, sólo se alcanzaba a ver sus pies hasta sus rodillas, era muy alto, di un brinco y abrí la puerta para huir, el hombre estaba sentado en la mesa y preguntó que pasaba, respondí y abrí la puerta principal para salir.

- Eh! - dijo.

- ¿sí? - volteé para ver.

- Despídete de Jaeco - respondió con una sonrisa maquiavélica.

Antes de que pudiera moverme aquella persona alta entró por la ventana de la habitación en la que estaba, era tan grande que tuvo que ponerse en cuatro patas, como un perro, poco a poco su aspecto fue cambiando y se convirtió en Jaeco.

Su rostro estaba horrible, no podría siquiera describirlo, en ese momento no podía asimilar nada, solo algo gritándome "huye".

Fin del capítulo.

Los libros de Helmut Pfeiffer.Where stories live. Discover now