Capítulo 2

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Manué no está acostumbrado a pasar mucho tiempo en el coche. Por eso, en cuanto lo aparco detrás del de Tamy y me suelto el cinturón de seguridad, empieza a inquietarse y suelta un ladrido de emoción.

-Ya va... -lo tranquilizo. Me bajo y cierro la puerta rápidamente antes de que salga por el lado de la carretera-. ¿Es aquí?

Tamy, que también ha salido ya del coche, mira la casa a través de las gafas de sol mientras sonríe. Asiente con la cabeza.

-¿Y mi sobrino? -me pregunta, emocionada. Señalo el coche.

-Ahí lo tienes, desesperado por salir.

-¡Mi niño! -exclama, viniendo a buscarlo. Mi perro la recibe con alegría.

Mientras se saludan, Rocío sale del coche de Tamy y cruzo una mirada fugaz con ella antes de darme la vuelta para sacar mis cosas del portabultos. Ni yo ni las mariposas de mi estómago estamos preparadas para estos días.

-¿Has traído mucho? -le pregunto a Tamy-. Yo solo tengo una maleta y la guitarra.

-¿Violeta y Dama cuentan como bultos? -bromea ella en respuesta-. No te preocupes, mujer. Será suficiente. No vamos a estar un mes aquí.

-Solo faltaba. Bastante tuve ya con la cuarentena de primavera, gracias. -Rocío se nos acerca con un gato arrugado sujeto en el brazo. Alzo una ceja y lo señalo-: ¿Esa es tu gata?

-¿Algún problema? -replica ella. Yo alzo las manos.

-Ninguno. Mientras Manué no la confunda con una rata recién salida de dos horas de ducha...

-¿Le has puesto a tu perro... Manué?

-¡Eh, eh, eh! -nos frena Tamy, antes de que la cosa pase a mayores-. No vamos a empezar la convivencia peleando y menos por mascotas. Y tampoco vamos a comportarnos peor que ellas, lo pido por favor.

Me fulmina con la mirada. Yo vuelvo a alzar las manos en gesto de rendición y suspiro, cogiendo la funda de la guitarra.

-¿Tienes la llave?

-Sí, ya voy.

Tamy vuelve a su coche y Rocío y yo nos quedamos prácticamente a solas. Nos miramos. Ha cambiado muchísimo. No solo lleva el pelo corto y de su color natural, sino que no queda rastro de la Rocío coqueta que conocí en 2013. Su ropa ahora, igual que la del día que grabamos el comunicado, no sale de la gama del negro, el gris y el beige. Además, son prendas serias y que no llaman nada la atención. Su manera de vestir actual desentona totalmente con el tatuaje de su muñeca.

Sin embargo, sus ojos verdes siguen siendo los mismos. Y el semblante serio de la última vez que nos vimos en 2016, también. Veo cómo alza las cejas y niega con desaprobación antes de volver al coche de nuestra compañera para sacar su equipaje. Frunzo los labios. No debería haber hecho ese comentario. Es como si estuviera a la defensiva con ella. Y no me resulta difícil adivinar por qué.

Saco mi maleta del coche y lo cierro con llave. La arrastro y sigo a mis compañeras. Tamy ya ha abierto la verja y los dos perros corren hacia dentro, donde empiezan a explorar el jardín. Las gatas, sin embargo, no tienen libertad para caminar hasta que Tamy se asegura de haber vuelto a bloquear la salida a la calle.

-Bueno, nos instalamos rapidito -dice la madrileña-, que tenemos planes.

-Ah, ¿sí?

-Sí. Es sorpresa. A ver, las habitaciones... ¡Jesús! -exclama cuando llega a la cocina, mirando el reloj de pared-. Cambio de planes, chicas: nos instalamos más tarde. Vamos a ponernos ropa cómoda y salimos, que llegamos tarde.

El amor es el amor (Albocío)Where stories live. Discover now