#MíaNo lo escuchó. No llegó a escuchar la pregunta que le hice y lo agradecí con el alma. Ni siquiera la había planteado, las palabras habían salido por mi boca sin control ni permiso alguno. A veces, mi corazón mandaba más que cualquier otro de mis órganos.
-La verdad es que tengo muchas ganas de verle, y a tus hermanos también.
-Claro. Oye, estoy pensando que haber que te parece si se lo decimos mañana a Olivia.
- ¿Ya? ¿Tan pronto?- sabía que había que contárselo, sabía que iba a ser pronto, pero de repente me parecía una realidad muy grande que nos pesaba sobre los hombros pero que tampoco sabíamos manejar.
-Si estoy esta semana en Nueva York, me gustaría estar con ella. Ver cómo se adapta a la noticia.
- Está bien, lo haremos así si es como lo prefieres- tampoco es que pudiera decirle que no.
- ¿Qué tal si mañana te recojo y recogemos juntos a Olivia?. Se lo podemos contar almorzando algo que le guste.
-Ya Marcos pero... ¿Y tu novia? ¿No crees que se puede enfadar?- le digo intentando no parecer muy entrometida. No es lo que pretendo, desde luego.
-¿Enfadarse? ¿Porque pasé tiempo con mi hija?... Cloe no es así. - Por mucho que lo intente negar, aunque hayan pasado años y años, siento que nunca voy a poder escucharle hablando de otra mujer sin que me duela en lo más profundo de mí.
- Claro, visto así. Tiene que ser una chica maravillosa. -Le veo asentir un poco incómodo, y no me extraña porque la situación no es para menos.
-Voy a pedir la cuenta. -Y en cuanto el camarero trae la cuenta comenzamos a discutir para ver quien paga, como en los viejos tiempos. Y como en los viejos tiempos también, acaba pagando él. El día que me deje a mí será un milagro.
- Adiós, gracias - digo sonriéndole al camarero. El pobre se ha asustado un poco con la seriedad de Marcos.
-Venga, te llevo a casa. -¿Qué? ¿Ir en un coche con Marcos?. Ah, no, yo no pienso pasar por eso en este momento.
-No gracias, está mañana me trajo Polo y le dije que me volvería andando. Estoy un poco cansada del tráfico de esta ciudad. -No era mentira, pensaba ir andando a casa hoy, precisamente para evitar situaciones como esta.
-Bien, pues te acompañaré andando entonces.
-Marcos...
-No, Mía. No pienso dejarte andar sola por estas calles con esos tacones - yo miro mis tacones extrañada, antes de volver a posar la mirada sobre él.
-¿Qué le pasa a mis tacones?
-Que con eso no vas a poder echarte a correr si te pasa algo- yo comienzo a reír. Ahí estaba una de las partes más características de Marcos, su sobreprotección.
-Está bien, si no me queda de otra - le digo bromeando.
Ambos comenzamos a andar en silencio mientras se comienza a ver el cielo atardecer en Nueva York. Pero por primera vez en estos días, el silencio no se me hace en ningún momento incómodo, y creo que a él tampoco porque parece... ¿feliz?. Aprovecho para señalarle alguno de los sitios donde suelo ir con Olivia cuando salgo de trabajar, y él parece bastante interesado en lo que le cuento, por lo que lo encuentro irresistible.- No te volví a buscar porque pensaba que ibas a encontrar a alguien mejor que yo. Porque creía que si yo no volvía a cruzarme en tu camino por lo menos por un tiempo, tendrías la posibilidad de encontrar a un hombre que te diera una vida estable y no se metiera en todos los líos en los que estaba metido yo. -Yo frenó en seco mi paso haciendo que él se quede quieto también. Me había escuchado, mierda, me había escuchado incluso cuando yo creía que no.
- Me has escuchado. -Él asiente.
-No podía contestarte algo así dentro del restaurante otra vez, ya habíamos montado bastante el numerito poco antes. - Y tenía razón, mucha gente se había quedado mirándonos cuando él salía a fumar dejándome a mí con las lágrimas en los ojos.
-Cierto - digo reanudando mi paso. ¿De verdad Marcos no volvió por eso? ¿Por una razón tan estúpida? ¿De verdad pensaba que iba a encontrar a alguien mejor que él?
-Mía, de haber sabido por todo lo que has tenido que pasar te hubiese venido a buscar dos semanas después. -Mi corazón se parte, mientras le escucho hablar tras de mí.
- Tú ya tienes tu vida rehecha Marcos, tienes tu casa, tú trabajo y tu novia. Todo lo que te lamentes por no haber hecho no nos va a servir de nada, más que para que nos sintamos aún más desgraciados- pero él no le da importancia. Y de repente siento su agarre en mi brazo dando un tirón haciéndome quedar cara a cara con él en mitad de las calles de Manhattan.
- Si hubiera sabido que no podrías volver a rehacer tu vida con ningún hombre, Mía... -Entonces mi corazón se para, mi respiración se para cuando le escucho susurrar esa frase con voz ronca.
- ¿Cómo sabes eso? - le digo con rabia, siento la impotencia correr por mi sangre. Estoy furiosa, muy furiosa. Lo último que quería en este momento es que Marcos se enterase del problema que había estado martilleandomé durante cinco años mientras él vive feliz con su novia de mil metros. Eso sin contar las mujeres con las que habrá estado después de mí y antes de ella.
-A Polo se le escapó en un comentario, mientras estábamos en tu casa- dice algo incómodo. Pero no me importa, no me importa si le molesta mi actitud, si le hiere o si le es indiferente, lo único que me interesa es llegar a casa y no tener que hablar más de este tema. Pero para mí desgracia, el coraje se pone por delante de mis modales en el peor momento.
-Pues nada, ya sabes eso también. Y por si querías saber más, no solo no soy capaz de mantener relaciones con otros hombres, sino que no puedo ni besarlos, porque siento terror, pánico cuando un hombre se acerca demasiado a mí. Porque he estado casi cuatro años teniendo pesadillas relacionadas con esa noche, y todavía voy al psicólogo- le digo entre llantos cuando ya estamos llegando al edificio- ¿Y sabes qué es lo que más me duele? Qué no solo tengo que aguantarme con ver tu vida perfecta, sino que ni siquiera puedo rehacer la mía.
-Cielo -escucho decir a Marcos tras de mí haciendo que me gire velozmente para comprobar si es verdad lo que acabo de escuchar. Él también tiene los ojos lagrimosos, y apenas me da tiempo a fijarme cuando coge mi cara entre sus manos y estampa sus labios sobre los míos.
Después de cinco años, Marcos y yo estábamos aquí, en mitad de una abarrotada calle neoyorquina dándonos el mayor beso de amor. Y por primera vez en mucho tiempo, yo no estaba temblando. Él, era mi cura.
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VOLVER A TENERTE. (II)
Teen FictionSEGUNDA PARTE DE "Eres mía, preciosa". Entré en su vida, e hice de ella un torbellino sin importarme las consecuencias y lo que vendría con ellas. Qué además vinieron, vino el tormento y las noches de insomnio que me causaba su recuerdo. Sin embargo...