Capítulo 1

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Había un silencio absoluto, roto únicamente por los pasos de los dos jóvenes que merodeaban en la floresta. Rodearon un arbusto y se situaron en la cara opuesta de un enorme abedul que parecía haber pertenecido a una Ghillie Dhu, una guardiana de los bosques, por la cantidad de años que parecía tener.

—No deberíamos estar aquí.— Susurró la chica, retirándose un mechón de pelo castaño de sus ojos, de forma que este voló sobre su hombro y se posó en su espalda, las puntas acariciando sus hombros.

—¿Y quién lo sabrá?— Preguntó el chico, que iba abriendo camino mientras tiraba de ella con la mano izquierda.

Ella pensó en contestar, pero no tuvo tiempo cuando él se detuvo de golpe y tiró de ella contra el abedul. Ella puso una mano para no golpearse con el árbol, y antes siquiera de poder protestar por la brusquedad del movimiento, el chico la acalló con un beso. Un beso torpe que daba a entender la falta de experiencia de ambos y de su juventud. Los dientes de él chocaron levemente con los de ella cuando él trató de quitarle la camiseta marrón que llevaba ella.

Ella tiró de la camiseta hacia abajo, intentando que él entendiese la indirecta, pero las manos de él, de forma torpe y descuidada, persistieron en el movimiento.

—Espera.— Le dijo ella apartándose un poco de él. Entonces vio delante de si como los ojos marrones de él adquirían vetas de color ámbar iridiscentes. — Espera, no puedes...

Él gruñó en respuesta y volvió a intentar quitarle la camiseta, esta vez lográndolo, deteniéndose un instante después para admirar el resultado. Ella trató de cubrirse el sujetador que llevaba como si así evitase que él la mirase y tuvo miedo. Fue consciente entonces que debería haber rehusado la invitación a salir del perímetro de seguridad.

Estaban tan ensimismados en su nube de hormonas adolescentes que no se percataron del movimiento en el arbusto que tenían a su espalda, ni del hombre de metro ochenta y cinco de pelo castaño claro y ojos marrones que apareció allí. El hombre miró la escena como si aquello no le sorprendiese lo más mínimo. Se cruzó de brazos, haciendo que sus bíceps y sus abdominales descubiertos se marcasen aún más. Al ver que no se habían percatado de la escena, carraspeó, haciendo que un mechón de pelo le cayese sobre la frente sin llegar a tapar sus ojos.

Solo entonces el muchacho se dio cuenta de la presencia. Se giró y le enseñó los dientes a modo de respuesta. Sus colmillos  eran demasiado largos para ser humanos. 

El muchacho se tiró al suelo, apoyado en manos y rodillas, mientras seguía mirando al enorme y fornido hombre que tenía delante. El sonido de una rama rompiéndose resonó en los oídos de los presentes, solo que no se trataba de una rama sino del fémur del muchacho que tras la fractura adquirió una nueva posición.

—¿De verdad?— Preguntó el hombre levantando una ceja, única respuesta a lo que veía. Entonces miró a la muchacha, que seguía de pie al otro lado, mirándolo todo con temor en los ojos.— Largaros de aquí.

La muchacha no se lo pensó dos veces, cogió la camiseta que estaba tirada en el suelo y salió corriendo. El chico siguió contorsionándose en el suelo.

Entonces, justo por el mismo arbusto, apareció otro hombre. Este llevaba también unos vaqueros azules, así como el primero, y si era incluso más grande y musculoso que el otro. Si eso era posible.

—Hey.— Saludó el primero al segundo.

Este le hizo una pequeña inclinación de cabeza a modo de respuesta, haciendo que los mechones de pelo rubio ondulados cayeran dispersos a lo largo de pecho, hombros y espalda. Luego miró al chico que tenía delante, y como si hubiese visto un fantasma, el joven se encogió, volvió a su forma humana y salió trastabillando de allí. Todo en menos de un minuto.

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