El final (parte 2)

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El olor que desprendía esta parte de el barco haría guacarear a cualquiera, pero el dolor que irradiaba y palpitaba cada uno de sus moretones y los que apenas comenzaban a salir a lo largo de su cuerpo era en lo único en lo que Astrid se podía concentrar.

No había un hueso que no le doliera, probablemente la mitad de ellos rotos, la princesa en persona se había encargado de hacerla sufrir hasta el punto de llorar, algo que tratándose de Astrid era algo de otro nivel; Por órdenes de la princesa Astrid no debía recibir comida ni bebida pues según ella, Astrid debía sufrir por la muerte de su amado Hipo.
Había alguien más que creía lo contrario, alguien quien en ese momento y los ojos de Astrid era solo un prisionero más.
Alguien que alimentaba un poco a Astrid a altas horas de la noche, cuando ella se arrastraba por dolor...
Esta noche no sería diferente, ya habían pasado...¿dos dias?...¿tres?....¿una semana?....Thor sabe cuánto, pero su vecino de muerte le pasaba por debajo de las rejas la mitad de su trozo de carne crudo

—Gracias —se limitó Astrid a decir mientras tomaba con las pocas fuerzas que tenía el trozo sangriento y asqueroso de carne

No recibió respuesta

Astrid agradecía de corazón aquel pedazo de carne que está persona le daba, era lo único que hasta ese momento la mantenía con vida.
Había escuchado mientras la llevaban de nuevo a el calabozo que mañana empezaría un método más de tortura, empezaría a cortarla con toda clase de Armas.
Astrid sabía que no lo aguantaría, no lo resistiría y si ese alguien, ese que estaba a un lado suyo le tenía algún aprecio debería quedar constancia de lo qué pasó con Astrid, la guerrera, la mayor, la mejor vikinga de todo el archipiélago iba a morir, ella moriría (según ella) por la causa más noble, lo que le daría un lugar en el valhalla con su amado Hipo, ella solo moriría, por amor.

—No se quien eres —dijo Astrid con dificultad— pero creo que tú sabes quien soy, ¿es así?

Se escuchó un golpe en los barrotes, algo débil

—¿Eso es un si?

Se escuchó de nuevo un golpe

—¿y dos golpes será no?

Ahora de escucharon dos golpes

—Bien, nos estamos comunicando —Astrid soltó una risa para si misma

—¿Sabes?, morire pronto y quiero que por lo menos alguien lo sepa jaja, siento que ya estoy delirando...

Se escucharon tres golpes secos

—¿tres? No hemos acordado que significa eso, voy a descansar, mañana será un largo día, y espero que en la otra vida poder devolverte este favor que me haces al alimentarme, gracias de nuevo...

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En Berk

En el pueblo, un padre y un hijo se debatían entre la vida y la muerte, aunque de maneras un tanto diferentes.
Estoico estaba al borde de el colapso, no podría soportar la muerte de su hijo y por el otro lado, la decisión de Astrid lo dejaba sin aliento, aunque de una muy mala manera.
No podría comprender esa decisión, ese repentino deseo suicida.
Y mientras todo esto pasaba, un joven, el amo de dragones (llamado por algunos) libraba el dolor de una fuerte infección causada por una espada con veneno de dragón y por el otro convencía al mismísimo Odin de que lo dejara vivir.
Claro que esta era una conversación que solo los simples mortales podríamos imaginar.

—Jefe —habló desde lejos un joven robusto

—Habla Patapez —dijo un malhumorado Jefe

—Ghoti dice que es mejor que venga a ver a Hipo —dijo con un tono de tristeza

Sin replicar el jefe fue directo a la choza donde se encontraba su Hijo.
Vio a su hijo tendido, con fiebre y tan pálido que fácil podría hacerse pasar por un fantasma.

—Hipo, mi hijo, tienes que resistir —dijo tomando dulcemente la mano de su hijo— háblame Ghoti, dime que le pasa o pasará a mi Hijo

Ghoti explico que la infección era muy difícil de erradicar, y aún más sin lo que tenían de antídoto se había acabado en la batalla, y no estaban seguros si podrían obtener más, o si existía más.
Cuando un hombrecillo con una pierna de palo apresurado corría por todo el pueblo con un pequeño dragón y en sus patas un pergamino ya abierto.

—ESTOICO!, ESTOICO! —gritaba Bocón

Estoico quien estaba metido en su duelo no escuchaba más

—Jefe —dijo Patapez regresando a el cuarto de Hipo

—Dime Patapez—

—Bocón tiene noticias —dijo con un grado de emoción en sus ojos

Y estas eran las noticias,
Aquel pueblo extraño que llevó a los jinetes de dragón a una aventura más había enviado una reveladora carta,
Una donde explican que después de su visita se quedaron con dudas, en especial aquella extraña anciana quien explicaba que Astrid era más que una forastera.
Más que eso
Según esta anciana antes en los tiempos de gloria de su reino, cuando La Paz y los dragones reinaban en el también tenían sus lideres, los reyes, nobles y justos, dos hermanos rubios de nacimiento, uno de ellos se dedicó a el pueblo el mayor y el otro el menor, un guerrero nato.
El mayor heredero del reino lideró a el pueblo con jubilo y preciso y junto a él una hermosa esposa de cabellera de oro y unos hermosos ojos azules.
Todo era hermoso y armonioso, y todo fue aún mejor cuando de este matrimonio nació una hermosa niña de cabellos dorados como su padre y ojos de su madre quien sería algún día la heredera de todo esto.
Con 3 años de edad La Niña presenció la guerra, una guerra que el Jefe Einnar empezó, todo por el poder de las magníficas criaturas, los dragones...
De esta guerra muchos murieron, pero nadie lloró más a los dos justos reyes, de la dinastía solo quedaban el otro hermano y la pequeña niña, este desesperado y como sabía que Einnar buscaría a La Niña huyó a una tierra lejana, a muchas noches de distancia en donde crió a la pequeña niña, con algunos tropiezos pero el chico seguía siendo un guerrero, y murió en batalla.
Y la pequeña niña creció, y nunca supo de su pasado....Hasta ahora...
Pero parecía un poco tarde....

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Los amo!
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