CAPÍTULO 9

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ADHARA

Un par de hermosos vestidos estaban frente a mis ojos, el primero era de un color vino, mientras que el segundo era un azul obscuro casi negro, ambos de terciopelo.

La tela era tan suave que solo podía compararla con la textura de los pétalos de las flores, y los hilos de los bordados eran de un dorado luminoso, similar al oro, se entrelazaban y formaban figuras artísticas impresionantes.

Los observé detenidamente, aún sin creer los maravillosos detalles y adornos que tenían cada uno. No me imaginaba quien podría ser la dueña de tan fantásticos ropajes, tal vez la misma reina.

-¿De quién son? -Dudaba en siquiera tocarlos.

-De nadie, ahora son tuyos.

Llevaba puestas sus ropas, las cuales me parecían realmente cómodas, no eran de la misma textura que los vestidos, pero olían a él y de alguna manera extraña me hacían sentir protegida y en confianza.

Nunca antes había usado la ropa de alguien más, ni siquiera los vestidos de mis hermanas, aunque ellas si habían tomado mis vestidos sin permiso.

Ahora me encontraba usando la ropa de un hombre, y no de cualquier hombre, sino del segundo príncipe del Reino de Baréin, un ser conocido por su crueldad y rudeza, el general de todo un ejército.

Y aunque, apenas había podido estar con él unas horas, no podía negar su seriedad y frialdad, al igual que su rudeza, todo en él gritaba peligro, Sin embargo, no podía decir que era un hombre cruel, me había salvado, y hasta el momento, a su forma, me había ayudado.

Tomé una de las botellas que se encontraban sobre los vestidos y la destapé cuidadosamente, una fuerte esencia a jazmines junto con otros aromas esquicitos me golpeó y comprendí que debían tratarse de algunos perfumes.

Ni siquiera siendo tan mimada como lo era en casa de mi padre había tenido esa clase de perfumes y aceites.

¿Por qué se portaba así conmigo? ¿Qué deseaba a cambio?

Una idea atravesó mi mente. Hace unos momentos había tratado de besarme, o eso fue lo que me pareció. Por un momento pensé en no oponer resistencia, mi subconsciente deseaba dejarse llevar por esos ojos peligrosos, quería probar el sabor de sus labios y fusionar nuestros alientos.

Pero no podía hacerlo, estas no eran las condiciones apropiadas y yo apenas creía conocerlo.

Era algo así como una esclava en este momento, él había pagado por mí y eso significaba que era suya, pero solo había pagado por mi cuerpo, mi voluntad aún me pertenecía y mis sentimientos también, no tenía derecho a forzarme a nada. Y si esas eran sus intenciones al final de todos estos regalos no lo conseguiría.

-No comprendo cuáles son vuestras intenciones, pero os aseguro que no seré vuestra suripanta.

Su rostro ya de por sí serio se tornó obscuro, y casi tuve miedo, pero me mantuve firme.

-Yo solo quiero que estés cómoda después de todo lo que habéis pasado, no soy esa clase de hombres, no necesito rogar por placer a cambio de regalos. -Me miró de pies a cabeza y sentí cómo me encogía. -Quedaos tranquila, que no encuentro nada en ti que no haya tenido antes.

Dicho esto, salió por la puerta, dejándome sumida en la confusión absoluta, ¿se supone que eso debió de haberme dolido?

Estaba totalmente consciente de que no era la única mujer que había visto en su vida, y no me creía superior o inferior a ninguna, no me había lastimado en lo absoluto, pero tenía un sentimiento desconocido atorado, que no sabía describir, por el momento lo más parecido era la decepción.

AKRAM: ¿Un Príncipe árabe puede enamorarse?Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon