Capítulo 2

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Pasaron los días y Anna estaba tan aburrida como una ostra. Se la pasaba leyendo libros super aburridos y monotemáticos.

Así que iba a hacer lo que siempre hacía. Ir al pueblo de manera incógnita, si ni se equivocaba ésta noche se celebraría un jolgorio; las personas de Arendelle eran muy adeptas a las fiestas y a la alegría, ver un poco de eso le haría sentir menos asfixiada con el deber que tenía sobre su espalda.
Decidió tapar su cabellera llamativamente pelirroja y se puso una peluca negra, tomó la ropa de la servidumbre, miró por el ventanal y vió que la oscuridad ya tomaba control de cielo. Más decidida que nunca salió por un camino secreto que desde su castillo daba en medio mismo del pueblo. Ya en aquel túnel podia sentir las vibraciones de la música que llegaba desde la fiesta.

Al salir de ahi observó a un grupo de muchachas danzando alambradas por luces de colores, hombres riendo y bebiendo.

Pero algo diferente sintió Anna en ese lugar, se empezó a fijar en las muchachas más atractivas según ella, comenzó a sentir un cosquilleo muy extraño y era una sensación completamente nueva.

Un suspiro largo que salió del fondo de su pecho la hizo volver en sí, ahora trataba de quedarse hacia el borde de la fiesta y pasar desapercibida.

Luego llegaron al lugar más personas y la danza se volvió febril, la pelinegra temporal había pedido cerveza y para cuando estaba terminando su tercera botella volvió su mirada de nuevo al centro de la fiesta y vio a aquellos bailarines improvisados pero de pronto su mirada se fue fascinada hacia una joven que se la distinguía de las demás por su cabellera casi blanca y por la palidez de su piel que pareciera que nunca conoció al sol. La joven parecía un querubin que había descendido a la tierra. Esa extraña provocaba un efecto en Anna, la invadió el deseo de agarrarla y ver su rostro inmaculado contraído por el placer, se levantó de manera autómata dirigiéndose hacia la susodicha pero sin saber que iba a hacer.
De repente un olor a fresas muy sutil había llegado a Anna, sentía como de la nada le salían colmillos, retrocedió y busco un baño para poder mojarse el rostro, mucho con esas ganas tremendas de ir por el lado de donde se encontraba la rubia pero decidió calmarse, cuando llegó al baño más cercano le esperaba una fila tan larga como si se estuviese regalando caramelos.

- Maldición!- resopló Anna entre dientes.

- Tu también tienes una emergencia- antes que esa voz femenina diga toda esa frase Anna ya sospechaba de su identidad por que el olor a fresas se volvió embriagadoramente fuerte y sus colmillos volvieron a hacer acto de presencia. Se dio la vuelta y ahi estaba, lastimosamente no pudo ver el color de sus ojos por la oscuridad, pero lo que veía era muy hermoso sumándose al aroma que parecía atraerla, sentía que su corazón le hacia competencia a los tambores de la fiesta.

- Algo así- respondió con dificultad - Por cierto, ¿quién eres?- preguntó con cierta brusquedad.

La rubia soltó una risita y se acomodó el cabello - Mi identidad no te incumbe, sólo soy una forastera que vino a divertirse.

Ahora era Anna quien reía ante ese querubin que parecía ser menos angelical de lo que creía.

Matrimonio entre extrañas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora