⟨ ❛❛DECISION❜❜⟩

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꒱❛ CAPÍTULO ONCE ꒱❞

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꒱❛ CAPÍTULO ONCE ꒱❞.°୭̥

«Sus vidas brillaban con
la misma fuerza que
las llamas de una vela...
Y podían apagarse
con la misma facilidad.»

━━ Cassandra Clare.

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 PARA AQUELLA HORA de la mañana, el sol se encontraba en el punto exacto en el cual alumbraba con gran resplandor en dirección de los enormes ventanales de los que se constituía el templo. Los rayos lograban traspasar los vidrios adaptando los colores de los mismos, iluminando el monótono suelo de mármol y alcanzando la enorme alfombra roja carmín, que se extendía desde el inicio del mismo hasta el trono el cual se encontraba encima de unos escalones, de tan impotente presencia como aquél que era digno de ocuparlo.

Frente al trono, se hallaba un guerrero del más grande rango en el ejército de Athena, el cual mantenía la protección facial de su traje de oro bajo su brazo y se arrodillaba frente al Kyōko en signo de respeto.

—Su Santidad, los campamentos alrededor del mundo han sido notificados, yo mismo me aseguré de ello. Puede Athena permanecer en paz.

El hombre en el trono sonrió bajo su máscara.

—Muy buen trabajo, Scorpio. Puedes regresar a tu puesto, yo mismo le llevaré la noticia a Athena.

Sin más, el Saint que resguardaba la Octava Casa se incorporó, haciendo una ligera reverencia antes de dar media vuelta y dirigirse a la salida del salón patriarcal.
La mañana estaba tranquila, demasiado en su opinión. No dejaba de inquietarse por ese hecho, sabía que antes que se desatara la verdadera tormenta había una calma apacible, y quizás no estaba tan errado con la realidad.

Comenzando a descender por el sendero que unía la Última Casa con el templo, vio que allí se encontraba un Bronze Saint sin la protección de su armadura, pues la llevaba en la espalda en su respectiva caja, el cual estaba a punto de subir. Este intentó pasar de él, pero Milo extendió su brazo impidiéndole el paso.

—¿A dónde crees que vas, niño? —espetó el mayor con una enorme seriedad.

—Déjame pasar, Milo. —El castaño hizo lo posible para hacer que el de cabellos azules lo soltara, pero no quería usar su fuerza en contra de él—. Necesito ver a Athena.

—No te tomes tantas libertades solo por ser cercano a la señorita Athena, Pegasus. —A Scorpio no le tomó mucho trabajo apartar a Seiya, aunque sólo pudo hacer que retrocediera unos metros pues el ágil Pegasus se las arregló para mantenerse en pie—. En estos momentos te será imposible una reunión con ella y, si mal no recuerdo, ni siquiera deberías de estar aquí en el Santuario.

Seiya tensó la mandíbula, apretando sus puños a tal punto de sentir las uñas clavarse en la palma de sus manos.

—¡No importa si eres tú quien me lo impide, necesito verla y...!

𝐏𝐑𝐎𝐌𝐄𝐒𝐀 ⊹ saint seiyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora