Seis

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(Por favor lean la nota de la autora al final del capítulo)

Sus manos traspiraban como nunca antes, estaba ciertamente nervioso

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Sus manos traspiraban como nunca antes, estaba ciertamente nervioso. Sabía que su idea era una puta locura, pero no sabía qué más podía hacer. Ya habían pasado dos semanas desde que le habían dado el alta a Emma y, a pesar de que ambos habían intercambiado sus números telefónicos, él no se atrevió ni a llamarla ni escribirle. Lo mismo ocurría con ella. Emma simplemente quería actuar como si aquel accidente nunca ocurrió y seguir con su vida tal y como era, a pesar de lo cansada que estaba de su trabajo, de la rutina, de todo, debía continuar, seguir nadando contra la corriente, de otra forma, sus hermanos y ella morirían de hambre. No dejaría que eso pasara.

-¿Qué es esto? -Preguntó Travis curioso, viendo un papel que el hombre le había tendido.

-Es el contrato de confidencialidad. Puedes leerlo si quieres.

-Mmm, está bien.

Emma se rehusaba a conducir. A pesar de todo, aquel accidente de auto le había dejado un par de secuelas, mentales, por sobre todo. Aún no se atrevía a manejar, es por eso que Victoria, una de las chicas del club se había ofrecido amablemente a llevarla del trabajo a la casa y viceversa.

-Oh, Ricky me dijo que no contestabas tu teléfono -Dijo Victoria mirando el camino.

-No... He tratado de estar lejos de él, ni siquiera sé dónde está. Después del accidente me cuestioné muchas cosas, como que no pasa suficiente tiempo con mis hermanos. He dejado de usar tanto el teléfono. Me ha hecho bien.

Victoria la miró unos segundos y le sonrió con sinceridad.

-Todo estará bien. Tranquila.

Emma dio un suspiro y asintió con la cabeza.

-¿Qué quería Ricky? -Preguntó la morena.

-No lo sé. Me dijo que fueras a su oficina apenas llegaras.

Y tal como Victoria se lo dijo, apenas llegaron al club, Emma se dirigió a la oficina de Ricky.

-Hola, Richard -Dijo ella un poco cabizbaja. Realmente ya no quería estar en ese lugar.

-Te estuve llamando.

-Lo sé, me lo dijo Victoria. ¿Qué pasa?

-Te tengo buenas noticias -Dijo él sonriendo ampliamente-. Tenemos un X.I.

Richard era el encargado del lugar cuando Zed no estaba. Richard era, en muchas ocasiones, simpático. El problema en aquel lugar no era ciertamente él, sino que el real dueño del club.

Se les llamaba exclusividad X.l al servicio de larga duración. El servicio más caro que tenía el club. Cualquier persona, con el dinero suficiente, podía pagar para poder tener un servicio completo, de largo plazo y personalizado. Este contrato tenía muchas clausulas y varias excepciones, como por ejemplo, el cliente no podía viajar fuera de la ciudad o fuera del país con la ángel, que era el nombre que se les daba a las mujeres que trabajaban en el club.

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