Capítulo 3

17 4 0
                                    

El regalo

Eran las tres de la tarde y ya hasta había olvidado mi nombre, mientras todos hablaban de la mujer desaparecida, una chica universitaria cuyo nombre no quería recordar. No es como si mi mente me permitiera repetir otro nombre que no fuera del de la culpable de mi espanto. Ni siquiera presté atención a las constantes burlas de Alice sobre el café que me cayó encima de los pantalones en la mañana o cómo me había estrellado con una puerta de cristal en los corredores y aquel momento en que la maestra de historia me pidió leer la página 43 y descubrí que aún tenía el libro de la clase pasada en mi mesa, ciencias. Un artículo sobre las ranas no era lo que toda la clase esperaba escuchar.

—Dan, sabes que te quiero, eres el mejor hermano del mundo... Pero, necesito preguntar... ¿Cuándo empezaste en las drogas sin mi? —preguntó mi hermana tonta gimoteando y tuve que darle un golpe en la frente para devolverle el sentido que nunca ha tenido, seguro yo me quedé con todo eso en el vientre. Hasta ahora.

—Tonta.

—Dan... Estás muy raro, ¿no dormiste bien? Ya sé, te acompañaré todo el día de hoy, iremos juntos a ver a Lotty —dijo con seguridad.

—Bueno —dije.

Mi hermana podría ser tonta; pero ella sabía defenderse de forma violenta y yo necesitaba eso con esa chica. No estaba de acuerdo con golpear a una mujer y de todos modo, Charlotte Blue me dejaba un tanto congelado. No pensaba estar solo con ella, para eso tenía a mi hermana.

—Te amo, hermana —le dije con mucha seriedad y puede que hasta ganas de llorar.

Ella sin embargo, me miró como si estuviera loco y tocó mi frente por si acaso.

—Vivirás otro día más; pero no más leer libros hasta tarde, ya se te está tostando el cerebro —advirtió, me sujetó la mano y me llevó a casa, justo como lo hacía cuando estábamos en preescolar y yo era el niños más llorón e introvertido del jardín. Ese era mi pasado oscuro.

Entonces, después de un silencioso almuerzo por mi lado de la mesa, porque al otro lado mi hermana era una cotorra, fuimos a casa de los Blue. Los padres no estaban; pero, nos recibió su ama de llaves, una señora lo más de encantadora que ya estaba entrando en los 50. Cuando Charlotte desapareció ya no se le veía mucho por la casa, debió ser muy duro para ella, puesto que era su nana. Aunque nuestra vecina siempre fue una niña extraña a quien pocos se le acercaban, la señora Priscila la adoraba y siempre le ponía unos vestidos de muñeca. Me preguntaba si era ella quien continuaba vistiéndola así o ya era costumbre de Charlotte.

—Me alegra tanto verlos de nuevo —dijo apenas nos abrió la puerta y nos hizo pasar al vestíbulo de la casa —, la señorita se encuentra en el estudio, les preparé unos bocadillos e iré dentro de poco.

Como ya conocíamos la casa por tantas tardes de juego que pasamos allí en el pasado, no fue extraño que nos dejarán caminar solos por ahí. Con los nervios de la noche anterior despertando, extrañamente sentí la casa más oscura de lo usual, no la llamaré siniestra porque mi madre dice que uno no debe llamar las cosas. Así encontramos a Charlotte en el gran estudio que estaba cerca de ser una biblioteca muy completa sobre la biología marítima y la bacteriología, cosas del trabajo de los Blue. También se encontraba allí otra mujer, tenía porte de universitaria y una gran... Pechonalidad.

—¿Tus amigos? —le preguntó y me debatí entre dar una respuesta sarcástica o seguir el consejo de mi madre sobre calladito te ves mejor. Opté por lo segundo.

—Terminamos —dijo Charlotte y cerró su libro de forma estrepitosa, lo que causó que el rostro de la muchacha se pusiera muy pálido —. Mañana, a las una de la tarde, no más llegar tarde —dije a modo de despedida y se recostó en su silla como la jefa que lucía ser.

No digas su nombre (Pausada)Where stories live. Discover now