Capítulo uno.

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—Eres muy tierno, Kirito-Kun.

Una dulce voz me habló, era ella.
Asuna Yuuki, la chica de cabello color avellana que tanto me gustaba desde que éramos niños prácticamente.

—¿De verdad piensas eso de mí?

Le pregunté un poco sorprendido, ya que era la primera vez que alguien creía eso de mí.

—Claro que sí, tontito.

Me dijo riendo, su risa era encantadora, no puedo ni siquiera describirla.

—Asuna, yo...

—¿Sí, Kirito-Kun?

—Tú me gustas.

Ella algo sonrojada acarició mi mejilla derecha, y yo solamente la miraba.

—Y tú a mí, Kirito-Kun.

Habló con un tono de voz suave y acercó su cara a la mía, besándome.

—Kirito.

Escuché otra voz, esta vez era un chico.

—¡Kirito!

La voz gritaba mi nombre, estaba llamándome.

—¡Hey, Kirito!

Aquella voz cada vez se escuchaba con más y más fuerza.

—¡Oye, holgazán! ¡Levántate!

Mi vista comenzaba a nublarse, Asuna había desaparecido.

—¿Qué?

Abrí mis ojos y me di cuenta de que

—¿Todo fue un sueño?

Pregunté algo decepcionado.

—No sé de qué hablas, Kirito.

Me respondió aquél chico de cabello rubio y ojos azules. Mi roomate. Yo lo miré confundido.

—Como sea, llegaremos tarde a la escuela, así que vístete.

Me dijo y salió de mi habitación.

(Entonces, ¿Fue solamente un sueño?)

No me lo explicaba, se sentía muy real...

Eugeo y yo nos conocimos de niños, ambos crecimos prácticamente juntos, éramos mejores amigos desde siempre. A dónde iba él, iba yo, y viceversa.

Entramos de becados a una escuela prestigiosa, reconocida por tener estudiantes con notas altas. Cada mañana tomábamos el metro de las 06:40, nos dejaba a tres calles de la escuela, así que solo era cosa de caminar.

—¡KIRITO!

Eugeo gritó desde la planta baja, molesto porque se hacía tarde.

—¡Ya voy!

Ya me había vestido, me faltaban los zapatos pero podía ponérmelos abajo.

—Demonios, Kirito, siempre es lo mismo contigo.

Dijo mientras me miraba acomodarme los zapatos.

—Lo siento, Eugeo, no tuve una noche muy buena que digamos.

Dije y suspiré para luego tomar mi mochila.

—Nunca duermes bien, ¿A qué se debe?

Me preguntó y salí de la casa, él salió detrás mío y cerró la puerta.

—No sé la verdad.

Respondí mientras caminaba a su lado.

—Qué remedio.

¿Celos? Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz