Capítulo dos

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Mientras avanzaba, el timbre tocó, lo que hizo detenerme a la mitad del aula.

(Maldición.)

Los alumnos iban entrando al salón, ya no podía avanzar, así que retrocedí y me devolví a mi lugar.

—¿Y bien?

Eugeo me miró.

—Pues, no pude.

Encojí mis hombros y me senté decepcionado.

—No te preocupes, bro.

Eugeo puso su mano izquierda sobre mi hombro derecho y me miró a los ojos.

—El día apenas empieza, tienes como 6 horas más para hablarle.

Sonrió y miró hacia al frente. La profesora iba entrando.

—Bien chicos, hora de empezar con la clase.

Mencionaría la antes mencionada profesora de cabello verde oscuro y de nombre Rinko.

—Está bien, gracias bro.

Eugeo estiró su puño izquierdo y yo el derecho, chocándolos.

La primera clase había terminado, nos la pasamos haciendo apuntes, todo normal y aburrido.

Seguía la segunda clase, deportes. Mi materia menos favorita, si es que se considera materia siquiera. El caso, nos separaron en parejas y nos pusieron a hacer flexiones. Uno hacía 10 abdominales y el otro sujetaba sus piernas.

—¿Por qué nos dan deportes, digo, eso es importante?

Dije quejándome mientras hacía los ejercicios.

—Supongo que sí.

Eugeo me respondió.

—¡Señor Kirito! ¡Haga bien las flexiones!

Una voz grave me llamó la atención, era el profesor Bercouli, de deportes.

—¿Ah? ¡Sí, señor!

Tras regañarme, hice las flexiones con más ganas.

—Jajajaja.

Eugeo soltó una carcajada.

—¿Qué es tan gracioso, señor Eugeo?

El profesor lo miró a él, y activó el modo serio.

—Nada, profesor.

Los dos harán 30 flexiones por intentar hacerse los graciosos.

—¡¿Qué?!

Dijimos Eugeo y yo al unísono.

—¿No les parece? Bien, entonces 10 vueltas a la cancha también.

(Genial, lo que faltaba.)

Solamente suspiré.

—¡A moverse!

El profesor me sacó de mis pensamientos con su voz.

—Ya ya.

Nos empezamos a mover más rápido, luego cambiamos de lugar, le tocaba a Eugeo hacer las flexiones.

Mientras contaba las flexiones que mi compañero hacía, la veía a ella, era como una droga visual, necesitaba verla para poder despejar mi mente.

—Oye, Kirito.

Eugeo me hablaba, pero no le daba importancia.

—Kirito.

Continuaba hablando el rubio, yo seguía en lo mío.

—¡Kirito!

Finalmente volví de ese trance, no sabía qué pasaba.

¿Celos? Where stories live. Discover now