CAPÍTULO X

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Había pasado exactamente dos días desde aquella lucha entre la rubia y la morena, en la lavandería

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Había pasado exactamente dos días desde aquella lucha entre la rubia y la morena, en la lavandería. 

Mara justo, al día siguiente había contactado con Castillo para pedirle explicaciones. Consideraba que no podía hacer bien su trabajo, si no conocía lo que pasaba en el exterior en lo referente a Zulema y el egipcio. Ahí fue cuando Castillo le informó que estaba en el hospital por un tiro en la pierna. Le comentó todo lo que había pasado en el bosque, el tiroteo, el asecinato de su compañero y la ayuda de Macarena, que al parecer, si no hubiera sido por ella, ni él, ni Flavio estarían vivos. 

Pero del dinero, no había ni rastro. 

—Hola bonita.

Mara suspiro de forma pesada. Siempre la interrumpían cuando estaba disfrutando del sol. Parecía que se había vuelto costumbre en la cárcel, "joder a Mara cuando, por fin, pueda desconectar". Se sentó de mala gana mientras ponía su mano derecha en su frente, para así, poder mirar a la persona que le hablaba y expresarle con sus ojos el odio profundo que despertaba en su interior por interrumpir su momento zen.

—¿Qué quieres Anabel? —dijo con tono de desgana. Si había una persona, que le provocara asco a la chica, esa era Anabel. Era un monstruo disfrazado de cordero, con ese tono de amabilidad irritante y ese continuo queda bien con todas. Prefería a mil Zulema antes. Al menos, a la mora, la veías venir de lejos.

—Últimamente, los funcionarios no confían en mí. 

—Mucho tiempo tardaron. —dijo interrumpiéndola. Anabel, sonrió siguiendo el juego. 

—Necesito que alguien me guarde mi mercancía en su celda. Si la dejo en la mía, se que tarde o temprano, me la pillaran. 

—¿Qué tiene que ver eso conmigo? 

—Los guardias confían en ti, todavía. Eres lo suficientemente nueva, como para que todavía no le hayas dado motivo por los que desconfiar…

—Está claro que la comida te sentó mal. ¿De verdad piensas que voy a ser yo, la que te guarde tu droga? —dijo señalándose a si misma, mientras reía ampliamente —Buscate otra novata. 

Pero Anabel, no se iba a quedar con los brazos cruzados. Cuando se le antojaba algo, lo tenía que tener, ya sea por las buenas o por las malas. Y parece que Mara, es lo que se le había antojado ahora. 

Varias presas hicieron aparición en la escena y se pararon justo a su espalda, mientras ella observaba la reacción de Mara, que ni se había inmutado. Anabel, enarcó las cejas. Esa reacción de indiferencia, no era la que esperaba en la chica, esperaba una de miedo o de temor al menos.

—No quieras empezar una guerra, que no puedes ganar Anabel. 

Ella no contestó. Solo señaló a las cuatro presas que se habían unido a ella. Le daba igual que Mara no hubiera reaccionado como esperaba, le iba a enseñar que a ella no se le podía decir que no, sin tener una reprimenda.
Estaba claro que las presas eran pagadas por ella misma, Mara lo sabía. En la cárcel, no había persona que la soportara gratis. 

𝐅𝐔𝐄𝐑𝐀 𝐃𝐄 𝐂𝐎𝐍𝐓𝐑𝐎𝐋 ~𝘻𝘶𝘭𝘦𝘮𝘢 𝘻𝘢𝘩𝘪𝘳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora