CAPÍTULO XIII

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Cuando se pensaba que en Cruz del Sur no podía ocurrir nada más interesante, ahí estaban las presas dando un pulso a los funcionarios y sacando a relucir sus planes más macabros

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Cuando se pensaba que en Cruz del Sur no podía ocurrir nada más interesante, ahí estaban las presas dando un pulso a los funcionarios y sacando a relucir sus planes más macabros. 

Zulema Zahir, al fin, se había casi recuperado de sus quemaduras. Le dolían aún cuando hacía movimientos bruscos o si no se tomaba los medicamentos, pero ya podía caminar sin problemas y dormir las noches completas. Volvía a ser la misma hija de puta de siempre. Incluso podía montar, perfectamente, un motín dentro de una celda si quisiera...
y es precisamente lo que hizo. 

Después de enterarse de que la familia de Ferreiro tuviera a su novio, montó ese motín para amenazar a los padres de Macarena y hacer que soltaran a Hanbal. Lo que nunca se imaginó es que la familia de Ferreiro iba a ser tan dura e iba a pensar con la cabeza fría. 

El resultado de toda esa locura: Macarena Ferreiro había perdido a su hijo, Valbuena se había llevado un tiro en el brazo y Zulema Zahir y Saray Vargas, se encontraban en aislamiento como castigo por todo el revuelo montado. 

Mientras Mara Soler sentía que se aburría sin sus compañeras de habitación. Sobre todo, sin una en particular. Extrañaba esos tira y afloja con su compañera mora. Si Sandoval le hiciera un estudio psicológico, probablemente le saldría que era una masoquista empedernida. 

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Siete días después del motín. 

Había pasado una semana desde todo el revuelo que hubo en Cruz del Sur y aunque fuera raro, se respiraba paz entre las galerías de la prisión. Era un ambiente raro al que las presas no estaban acostumbrados a frecuentar. Todas estaban de acuerdo en una cosa; sin la mora, todo sería mejor. Pero ella volvería, siempre volvía y ese día, estaban a punto de volver a ver su regreso. 

Mara estaba bajando la escaleras desde su celda hasta la central de la galería. Caminaba con parsimonia, arrastrando sus pies, con las manos en los bolsillos, clavando su mirada en el suelo, hasta que el sonido de las puertas de hierro empezaron a sonar y la hicieron mirar hacia donde provenía el sonido.

La paz y la tranquilidad, se convirtió en pesadez, temor y furia. Todas las internas miraban hacia una misma dirección, la puerta que estaba justo a la entrada de la galería del módulo dos. No vitoreaban, ni gritaban como cuando entraban nuevas novatas. Ésta que entraba por la puerta no era novata, era bastante conocida entre las celdas. 

—¿Qué coño hace esta tía aquí? ¡ES UNA MATARIFE!— la envolvente voz de Saray, que había sido perdonada del aislamiento por reconocer y testificar contra la pelinegra, hizo que todas las demás tuvieran la suficiente valentía como para empezar a gritar contra la persona que entraba. 

Todas al unísono gritaban la palabra matarife, mientras daban golpes a puertas y pasamanos, para crear ruido. 

Mara no gritaba, ni daba golpes, ni silbaba contra ella. Se limitaba a observar el comportamiento de la pelinegra, mientras entraba: pacífico, sosegado y sin pizca de arrepentimiento.

𝐅𝐔𝐄𝐑𝐀 𝐃𝐄 𝐂𝐎𝐍𝐓𝐑𝐎𝐋 ~𝘻𝘶𝘭𝘦𝘮𝘢 𝘻𝘢𝘩𝘪𝘳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora