Capítulo Diecinueve

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 Mía llevó a Leo fuera de la hacienda, ambos se dirigieron al cuarto de el y ella juntó la puerta detrás de ellos, ahí tenían libertad para hablar todo lo que quisieran.

Mía estuvo a punto de empezar, pero Leo se adelantó.

—¿Cuál es la razón para que me ignoraras? —Preguntó el con un noto subido.

Mía no respondió.

—Mía, has estado...

—Se acabó. —Ella fue directa.

Necesitaba serlo, no quería darle muchas vueltas a eso, porque de ser así terminaría confesando todo.

Y quería irse lo más rápido de esa habitación.

Leo no comprendió.

Y Mia se lo aclaró. —Nosotros, nuestro pequeño juego. Se terminó, Leo.

El abrió los ojos.

—Explícate. —Le exigió. —¿A que te refieres con que es un juego?

Mía trago duro y lo miró. —Nosotros, Leo.

Leo sintió un dolor profundo en el pecho.

—¿Entonces estas diciendo que nuestros sentimientos son un juego?

Mia asintió. —Y ya me cansé de jugar.

Leo no comprendía lo que ocurría.

—Fue divertido, ya sabes, el escapar y divertirnos, pero debe terminar.

—Mía...

—Yo soy una dama y tú... tú eres el hijo de un esclavo.

Leo abrió mucho los ojos, estaba sorprendido, pero así como se encontraba, así sabía que la Mía frente a el no era su Mía.

Mía jamás hablaría de esa forma.

—¿Qué estás diciendo?

Ella suspiro. —Que debemos acabar nuestra relación ahora, Leo. Tengo 21 años y tengo responsabilidades, debo tomar mi lugar como la única hija de los Carpenter y casarme con Arturo.

Ya no entendía nada, Leo en shock, se acercó a ella y le cogió de los hombros.

—Mía, dime que sucede.

Ella se tragó su dolor.

—Estoy siendo honesta.

—¡Claro que no! ¡Te conozco!. —Grito. —¡Te conozco, Mía! Si tu madre...

Ella apartó sus manos de su cuerpo.

—Al parecer no lo haces.

—Mía..

—Yo me divertí contigo, pero es hora de casarme con un verdadero hombre.

Las palabras lastimaron no solo a Leo, sino a Mía.

¿Pero qué le quedaba?

Su madre regresaría a Leo a una celda.

Ella no podía permitirlo.

—No volvamos a encontrarnos... Leo.

Ella se dio media vuelta, pero solo llegó a la puerta, Leo la sostuvo por detrás ya la hizo girar, sus miradas se encontraron.

—¿Qué es esto, Mía?

¿Un juego?

¿Diversión?

Mentira.

Leo no podía aceptarlo.

Había sentido a Mía el mismo, había escuchado sus "Te amo", había sentido su cuerpo junto al suyo y había sido testigo de como Mía iba a dejarlo todo por defender su amor.

Tenia que ser mentira.

Debían ser solo mentiras.

—La verdad. Es lo que soy. —Susurro sobre sus labios.

—Mentira. —Gruñó.

Sus miradas se encontraron.

—Tú me amas.

—Solo fueron palabras, Leo.

El corazón de Leo se partió a la mitad.

—¿Estas diciendo que no me amas, Mía?

Ella no respondió y el la besó, solo besando la sabia si mentía o no y para su sorpresa, Mía no le devolvió el beso.

Se apartó lleno de dolor y con los ojos igual de dolidos, miró los suyos.

—¿Ha sido suficiente prueba para ti?. —Pregunto Mía rompiendo en más pedazos el corazón de Leo.

Leo no dijo nada, dejó que sus ojos se llenaran de lágrimas.

—Fue divertido mientras duró, Leo. Pero es hora de volver a nuestras vidas. —Finalizo.

Mía se marchó, no tenía más que decirle.

 Y cada uno cuando estuvieron lo suficientemente lejos el uno del otro.

Terminaron rotos por el dolor.

Color de PielWhere stories live. Discover now