Capítulo Treinta

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Carlos Carpenter se mantuvo en silencio mientras su esposa permanecía a su lado justificando su accionar, Mía continuaba aguantando las lágrimas.

No comprendía porque su madre no dejaba de actuar así, incluso después de que su esposo la descubriera.

—No puedo creer que has hecho todo eso. Leo, tu hija.

—Mi hija, por ella lo hago todo, para que tenga un futuro prometedor.  ¿Qué clase de futuro tendrá con un hombre como Leo?

Carlos apretó la mandíbula. —Seguramente uno mejor que el que le estás dando.

—Carlos…

—¡Mira como está, mujer! —Grito, Amelia se sobresaltó y Mía tembló, su padre le había alzado la voz a su madre como nunca antes.

Amelia vio a su hija, pero no notó nada.

—Veo a una hermosa chica que quiere echar a perder su futuro y un esposo respetable por amar a un sucio hijo de un esclavo y si no  fuera mucho ya, pretende criar a ese hijo negro.

—¡Amelia!

—¿Que?.—Junto ambas cejas.—Todo esto es tu culpa por traer a ese niño a esta casa, maldigo ese día.

Carlos no podía creer lo que escuchaba.

—¡Un niño como ese jamás será mi nieto, antes lo prefiero muerto!

Las lagrimas cayeron por las mejillas de Mía.

Carlos le apuntó con el dedo. —No vas a deshacerte de ese niño.

Amelia frunció el ceño.

—Si lo haré, no esperaras que lo tenga, que se manche y manchar a nuestra familia. Ella no va a tener a ese bebé, no lo tolerare.

—Pues yo si lo haré.

—Papá…

—Si Mía decidió tener ese bebé, lo tendrá, no eres nadie para arrebatarle su derecho.

—Soy su madre.

—¡Entonces actúa como una, carajo!

Amelia abrió mucho los ojos.

Carlos siguió. —Y si no vas a tolerarlo, la puerta está abierta para ti.

Ella lo miro ofendida.

—¿Qué intentas…

Ni la dejó terminar, Carlos fue directo. —Digo que me canse de ti, podrás tomar decisiones sobre esta casa y te lo he tolerado sobre mi por ser mi esposa, pero con mi hija no.

—Carlos…

—Con mi hija no, Amelia.

—¿Qué dirán nuestros conocidos si nos divorciados? ¿No lo has pensado?

—En este momento solo me importa mi hija.
El ayudó a Mía a salir de ahí.

—Te enviaré mis abogados. —Finalizo.




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—No puedo creer que vaya a ser mamá. —Pronunció Mía llevándose ambas manos al vientre, una sonrisa cruzó sus labios.

Una que su padre notó y también sonrió.

—Y yo seré abuelo.

Mía rió, pero al recordar a Leo su sonrisa se borró.

Bajo las manos de su vientre. —Debo.. debo ir a buscar a Leo y decirle que seremos padres.

El rostro de Carlos perdió una sonrisa, pasó el nudo en su garganta.

Acababa de ser testigo de una discusión fuerte entre su esposa y su hija, así mismo de la magnitud de la maldad de su esposa.

Tenia que decirle, pero no sabía como.

—Debo..

—Mía.

Ella miró a su padre con las cejas alzadas.

—Cariño, Leo ya no está.

Mía se quedó en shock.

—¿Qué?

—El prometió que respetaría tu decisión y creo que cometí un error al decírselo.

—Papá…

—Leo dijo que no soportaría verte casándose con Arturo, así que el..

Mía lo dijo antes que su padre. —Se fue…
Carlos asintió apenado.

—Tomara el ferrocarril y se irá del pueblo.

Mía trago saliva. —¿Acaba de irse?

—Mía..

—Papá..  ¿Acaba de irse?

—Luego de que te desmayaste.

Mía no tenía mucho tiempo, los ferrocarriles funcionaban en ciertas horas, lo había descubierto cuando ella y Leo casi se escapan.

Entonces supo que tenia que correr.

Ahora mismo debía ir por el antes de que se fuera para siempre de su lado.

Mía tuvo un solo pedido para su padre. —Papá..  ¿Me llevarías al pueblo?

Carlos se sorprendió por un momento y luego sonrió. —Por supuesto.







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