Epílogo

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Mia llegó a estación y fue la primera en bajar mientras su padre logró estacionarse para acompañarla.

Camino con rapidez, arrastrando los tacones y su vestido, buscando entre las áreas del ferrocarril, la estación estaba repleta, de personas despidiéndose de sus seres queridos y Mia apenas y podía ver, empezó a sofocarse por el número de personas.

—No lo veo..—Pronunció agitada, la preocupación la consumía.

—Tranquila, cariño.

Sus ojos se llenaron de lágrimas.

—No veo a Leo, papá.

El sonido del silbato anunciando que el ferrocarril iba a partir la hizo entrar en pánico, sus lágrimas cayeron y aunque trato de pararlo, este se marchó.

—No.. Papá...

Mia negó y las personas a su alrededor la miraban, curiosos por saber de su llanto, imaginando miles de posibilidades, pero así como hubo gente, ese grupo de persona pronto se marchó y solo quedaron Mia y su padre.

Leo se había ido lejos, lejos de la hacienda.

Y lejos de ella.

Para nunca más volver.

Sintió su pecho apretarse.

"Ni siquiera le dije que tendremos un hijo". Pensó Mia.

Y cuando estuvo a punto de irse, lo escucho.

—Mia.

Una voz varonil y ronca.

Sus ojos descubrieron que se trataba de Leo y rápidamente dejó a su padre para correr hacia él, lo rodeo con los brazos y Leo se lo devolvió, entonces se apartó de él buscando una explicación.

—¿Como.. —No encontraba la pregunta.—¿Por qué no te fuiste?

Leo sonrió.—Estuve a punto...

Mia alzo las cejas.

—Pero te vi.

—¿Me viste?

—Desde los vagones.

"Dios mío" Repitió Mia en su mente, de haber llegado tarde lo hubiera perdido para siempre.

—¿Qué haces aquí, Mia?

Mia aparto su mirada de el para ponerla en su padre, quien miraba la escena a unos metros, el asintió dándole su apoyo y Leo levanto la mano en forma de saludo, entonces se giró hacia Mia.

Insistió.—Mia.

—No puedes irte.

Leo abrió los ojos.

—Eso debí decirte cuando fuiste a preguntarme de frente si yo te amaba.—Habló ella.—Y así fue, iba a pararte.

—¿Y por qué...

—Me desmaye.

Eso lo explicaba todo.

—Pero tienes que creerme que yo iba a pararte, incluso antes de enterarme de...

Se detuvo.

—¿Enterarte de qué?

Mia no respondió, sonrió y dejó que sus manos hablaran por sí mismas, bajándolas a su vientre y cubriéndolas con ambas, acción que Leo observo con detalle, los ojos se le abrieron de par en par y subió a los de Mia una vez de haberlo entendido.

—Mia.. ¿Qué..?

—Qué bueno que no te fuiste, Leo.

Leo no salía de su asombro.

Color de PielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora