CAPÍTULO LXII: AYUDA

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—Lara... —escuché la voz de Andrea llamándome desde el exterior del departamento, a lo que rápidamente atendí, mientras tenía a Olimpia en brazos.

Habían pasado dos días desde que Samanta se había ido. No me había atrevido a mandarle ningún mensaje ni a llamarla, me daba una vergüenza tremenda mi comportamiento, obviando la tristeza que tenía por no tenerla a mi lado. Lo único que recibía de ella eran depósitos diarios de dinero, que ni siquiera estaba usando, porque lógicamente en dos días no tendría mayores gastos. Mi esposa siempre había sido exagerada con estas cosas.

—Hola —saludó, un poco incómoda la mejor amiga de mi esposa—. Hola chiquitita —saludó a mi hija que le regaló una preciosa sonrisa. Adoraba a su tía Andrea.

—Hola Andrea, pasa —invite—. ¿Y Sam? —pregunté de inmediato, era obvio que se estaba quedando con ellos.

—Trabajando... —respondió, mirando el departamento y decidiéndose a sentarse en los taburetes de la cocina—. ¿Tú me vas a contar qué pasó? —preguntó, claramente sin saber qué mas decir.

—¿No te contó Sam? —estaba realmente extrañada, de hecho, pensé que me había venido a encarar por tratar tan mal a mi mujer. Si fuera ella, tal vez me golpearía.

—No sabemos ninguna mierda, llora, duerme y se va al trabajo —habló, desesperada—. Así que, si ella no habla, quiero que tú lo hagas... —pidió.

Sabía perfectamente que Andrea me putearía en cuanto le contara, claro que sí. Era la mejor amiga de mi esposa, por no decir que prácticamente era su hermana y por todo el amor que le tenía, no soportaría que una imbécil como yo tratara como la mierda a alguien como mi Sam.

Estaba arrepentida de todas las formas. Incluso me arrepentí en cuanto vi a Sam marcándole a su paciente para que clarificara el asunto. Me había dicho la verdad y yo había decidido dudar de ella. Lo peor es que ni siquiera era primera vez, es más, podría jurar que desde que estamos juntas, siempre soy yo la que deja la cagada.

—Fue mi culpa... —confesé—. Fue por Isidora.

—O sea, si sé que fue por eso, Lara —contó Andrea—. Pero lo que no sé es qué pasó esta vez. Sé que eres bastante celosa con Sam, pero nunca habían llegado a este punto...

—Yo... no sé qué mierda me pasó —traté de explicar, recordando todo lo que había dicho y sin poder evitar que las lágrimas se hicieran presentes—. Le dije un montón de hueas horribles, le arruiné el cumpleaños y mas encima la eché de la casa... Andrea, le pedí que llamara a su paciente para que me demostrara que decía la verdad —conté, llorando. No me perdonaría jamás lo que hice.

—Lara... está demás decirte que te pasaste... —habló Andrea, sin saber qué hacer—. Ustedes son mi familia, pero sabes bien que Samanta es como mi hermana... No le puedo decir que te perdone si sé que esto lo debes solucionar contigo misma. No quiero verla sufriendo otra vez —dijo, refiriéndose a que no me ayudaría a que Samanta vuelva conmigo.

—Tienes razón... —asentí y es que efectivamente la tenía.

—Si... —admitió—. Mira, yo no sé qué pasa, pero quiero que sepas que de verdad Samanta te ama, te adora. Yo sé que ustedes tienen que estar juntas... pero... —se vio interrumpida por el timbre que nuevamente sonaba. Me levanté a atender, con la remota esperanza de que sea mi esposa.

—Hola Lara... —saludó la mujer que había estado hace dos días en el departamento y que pensé que jamás vería por cómo la habíamos hecho sentir.

¿Arte? Es amarte (LGBT) (LESBIANAS)Where stories live. Discover now