Capítulo 6: Mi plan, llamar su atención.

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Estaba de pie apoyado en un pilar cerca de la entrada de mi casa cuando Laura llegó. Vestía como siempre cuando trabajaba, solo que ahora llevaba una pequeña mochila en su espalda.

Cuando pasó a mi lado sacudí mi cabello como si nada, como sabía que a las chicas les gustaba, sin dejar de verla.

Me observó un segundo antes de pasar a mi lado sin dirigirme la palabra. Bien, me había ignorado.

Al principio esto de ser ignorado puede ser divertido, pero ahora, era bastante exasperante.

La seguí observando hasta que cerró la puerta. Que no me hable no quiere decir que me rinda, simplemente debía seguir intentando con mayor energía, o cambiar de plan.

Me pregunté cuánto tiempo me tomaría hacerla caer. No hay nada mejor que un desafío.

La siguiente vez que lo intenté esperé a que saliera de mi casa, caminé tranquilamente en su dirección y justo cuando iba a saludarla, amablemente, ella observó sus zapatillas y se agachó. Seguí caminando como si nada al verla apretar sus agujetas.

Genial, pensé con ironía. Un segundo después sentí un cosquilleo en la base del cuello, me giré y observé a la chica caminar lejos de mí.

Bien, tenía que intentarlo de nuevo.

La tercera vez estaba en el lago, de pie en el muelle mirando mi casa. Laura apareció minutos después, como siempre cargando un balde para limpiar las ventanas. Cuando ella caminó hacia la bodega me aseguré de quitarme mi camiseta y solo quedar en pantalones cortos, estiré mi cuerpo como si nada y me giré disimuladamente para ver que la chica todavía caminaba. Sonreí y me lancé al lago.

Sabía que obviamente se había detenido a verme, ya había logrado llamar su atención, ahora debía pillarla mirándome y, para eso, tenía un plan.

Una hora después ella acabó su trabajo así que, como la vez anterior, me aseguré de que me viera salir del agua. Tomé la camiseta del suelo y caminé despreocupadamente, y completamente mojado, hacia la casa. Cuando estaba a dos metros de ella, llevé mi mano a mi cabello y lo sacudí. Sonreí internamente al ver que se congelaba, pero no esperé que ella volviera a subir la escalera con el balde en una mano para limpiar una ventana, que sabía que ya había limpiado, de nuevo.

Suspiré y entré en la casa.

Al parecer la tercera vez no siempre es la vencida.

Tampoco hubo suerte con la cuarta y quinta vez, si la había visto mirándome, pero cada vez que me acercaba a ella, simplemente caminaba en otra dirección.

Ya estaba seguro que no era una coincidencia, Laura me ignoraba a propósito y de una manera bastante clara. Solo que esto no apagó en nada mi interés, solo lo hizo peor y peor. Se estaba volviendo en un verdadero desafío. Solo que el desafío, no prosperaba nada.

Dejé de contar mis intentos para: llamar su atención, hablar con ella, cruzarme en su camino, etcétera, etcétera, etcétera. Y cuando ya no pude más, unos días después del primer intento, me quejé.

—Dios —gruñí luego de que se alejara otra vez de mí sin mirarme siquiera —Laura—grité, siguió caminando, nada más.

Solté un gruñido molesto, me giré y pude ver a Roberto, el jardinero, bastante cerca y con su frente arrugada. Lo imité.

—Esa chica tiene un problema —solté irritado.

Él la miró un segundo y luego a mí.

—El problema que tiene es que no lo oye, señor —lo miré confundido.

—¿Qué? —le pregunté.

Él suspiró.

—Laura, la hija de María, es sorda.

Mierda, pensé enseguida. Eso causó que dejara de respirar unos segundos.

Diablos, sorda, eso cambiaba todo, y explicaba todavía más. Ya no sentía mi ego tan dañado.

Observé al jardinero unos segundos, negué e ingresé a la casa. Caminé hacia mi habitación sin poder dejar de pensar en lo que acababa de descubrir.

—Laura es sorda —murmuré.

Me encerré en mi habitación.

La chica con la que quería divertirme era sorda. Que bajo he caído, pensé. No podía meterme con alguien que sufría de alguna discapacidad. Eso era doblemente malo. Si no lo fuera no me habría importado tener con ella una relación de verano, algo pasajero y rápidamente olvidable. Su condición la hacía prácticamente intocable.

Me quejé y cubrí mi rostro con la almohada. Y ahora, qué iba a hacer elresto de este largo verano.

Un Sorprendente VeranoWhere stories live. Discover now