5 ; El baile de presentación.

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Hermione P. O. V.

Había sido un día larguísimo. Mi día comenzó literalmente antes de que amaneciera, cosa que no me molestaría si mi alcoba no hubiese sido invadida por un montón de gente desconocida y con la única —y poco agradable— misión de dejarme absolutamente radiante para esta noche.

Un par de horas después, o más bien, casi medio día después, estaba lista. Al mirarme al espejo me quedé sin habla porque esa faceta era una parte de mí que jamás había visto (a excepción de aquella vez en el Baile de Navidad en Hogwarts).

Madame Malkin había hecho un trabajo estupendo. De color negro satinado, el vestido se ajustaba con firmeza a mi cintura para después caer hasta la punta de mis pies, solamente interrumpido por un profundo corte desde el muslo derecho hasta el suelo. Tenía un escote asimétrico que era absolutamente divino y que estaba adornado con incrustaciones de cristales de swarovsky. Los tacones altos que Scarlett mandó a traer desde París estilizaban mi figura, me veía unos diez centímetros más alta y eso daba la ilusión de que mis piernas eran larguísimas.

Mi cabello, ahora rubio, estaba peinado en unas ondas gruesas y marcadas que estaban orientadas hacia un lado. El maquillaje no hacía más que dar el toque final a un trabajo maravilloso. Los párpados adornados en tonos oscuros, y los labios de color vino.

Es fascinante. Me siento bellísima y eso es algo extraño en mí. Siempre tuve ciertos problemas de autoestima y creo que un nuevo comienzo me ayudará a mejorar.

Tocan a mi puerta.

—Adelante.

Daphne y Astoria, que lucían absolutamente encantadoras,  se llevaron ambas manos a la boca mientras daban pequeños saltitos.

—¡Hermione! ¡Por Salazar! —exclama Astoria.

—Te ves hermosa —agregó Daphne con una gran sonrisa.

—Gracias chicas.

Astoria, que llevaba una cajita de terciopelo oscuro en las manos, me lo extendió.

—Papá compró esto para ti, anda ábrelo.

La abrí con cuidado y casi desearía no haberlo hecho, pero no por una mala razón, al contrario. El contenido era bellísimo. Se trataba de una gargantilla de diamantes en forma de gota, junto a unos pendientes y un brazalete de otros pequeños diamantes más pequeños, engarzados unos con otros. Eran unas joyas exquisitas y en mi vida había utilizado algo así... me sentí un poco incómoda.

—No estoy segura de aceptarlo... —dije casi en un susurro.

—¡Tonterías, Hermione! —inquirió Daphne—. Nuestros padres lo compraron especialmente para ti.

—Pero...

—Querida, deberías acostumbrarte a esto —Astoria siempre era como la pequeña voz de la razón—. En algún punto usarás más que eso. Quizá en este momento sea algo extraño para ti, pero solo son pequeñas baratijas.

Suspiré. Esas «baratijas» eran más que el sueldo de un mes de mis padres.

—Supongo que no tengo opción. ¿Me ayudan?

Un par de minutos después, estaba lista.

—Bien. Es la hora Hermione. Cuando mi padre mencione tu nombre bajarás las escaleras como te dijimos, elegante y con una sonrisa. ¡No lo olvides! Nunca bajes la mirada. Ante nadie —recalcó.

—Perfecto. ¿Irán conmigo? —estaba realmente  nerviosa.

—No, primero bajaremos nosotras y luego tú. Tranquila Hermione —me consoló Daphne—. Todo saldrá bien.

Hermione ¿Greengrass?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora