5

5.4K 517 49
                                    

   Caminando por el pasillo principal del complejo universitario noté miraditas de algunos chicos, las evadí y seguí avanzando. Seguro me miraban las piernas por la falda cortita que llevaba, o los pechos por mi blusa escotada. Le mostré el dedo medio a uno que se atrevió a silbar.

   Ese día llegarían mis padres a casa por la tarde, pero todos se comportaban un poco raro en la universidad, vi a Mike saliendo del salón que me correspondía. Eso era extraño, él estudiaba diseño gráfico y no tenía nada que hacer en mi clase de psicología avanzada.

—¿Qué haces aquí? —le pregunté con curiosidad.

—Se trata de una de tus compañeras de clase —explicó con un tono extraño, miré dentro del salón, estaba lleno de gente y no había pistas del profesor.

—¿Qué compañera?

—Stella Roberts —murmuró él. ¿Stella? ¿Qué podía haber causado ella si era chica más callada, tranquila y amable de todas las que conocía?

—¿Qué pasó?

—La encontraron muerta en un parque a dos calles de aquí —. Sin pelos en la lengua, sin medir lo que podía causar en mi interior. Lo dijo como si yo fuera a echarme a llorar.

   Mis ojos se inundaron, entré en el salón y me introduje en la multitud, apenas se podía entrar con la cantidad de personas que lo llenaban, poco a poco se agrupaban más estudiantes de otras clases fuera.

   Stella Roberts. Golpeada, violada y asesinada, tenía cuatro meses de embarazo, y su novio era un estudiante de derecho que lucía destrozado en el centro del salón junto a la mejor amiga de su novia.

   ¿Iba a llorar? Sí, se me cayó una lágrima mientras oía todo lo que decían. Stella era una chica negra con apariencia exótica y ojos amables, sonreía siempre y hablaba de los nombres que le pondría a su hijo.

   Ni siquiera recordé que esa tarde tenía un compromiso importante.

[+++++++++++++++]

   El caos se desató esa tarde cerca de las cinco, la noticia de la muerte de Stella llenó la universidad, éramos miles de personas en la calle causando disturbios. Era algo calmado hasta que la policía llegó, intentaron llevarse a algunos así que la gente se volvió loca.

   Pasamos por el subterráneo de la estación, quebramos ventanales, pintarrajeamos paredes, luchamos contra policías. Yo era una especie de prófuga, me había quitado la camiseta para cubrirme la parte interior del rostro así que iba solo en sujetador y el pantalón corto de deportes que me había cambiado en la universidad —llevaba siempre un repuesto—.

   Al salir al exterior las calles se habían convertido en un campo de guerra, la policía presionaba a hombres y mujeres. Pero desde mi punto de vista logré ver cómo atacaban sobre todo a las personas negras.

   Saqué de mi mochila un spray negro y me lo rocié por el brazo, y una mano la cual me llevé a la mejilla derecha, la deslicé por mi cuello y mi hombro. Guardé el envase y corrí a ayudar a una chica negra que era tironeada y empujada.

—¡Pégame a mí, hijo de puta! —grité empujando al policía, la chica negra retrocedió el piso ocultándose tras de mí. Miré con decisión al hombre de negro y supe que iba a hacerlo.

   Tenía un garrote en la mano así que, cuando me dio una bofetada, me dio en el labio y la sangre comenzó a inundar mi boca. Retrocedí, ¿qué podía hacer yo siendo tan pequeña? Me apresuré en retroceder y levantar a la chica negra detrás de mí, le agarré la mano cuando vi que el policía comenzaba a perseguirnos.

Un cuñado para llevarWhere stories live. Discover now