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   Fui mimada toda una noche por los cuatro patanes que tenía de amigos. Keith me compró una pizza y comida tailandesa, Josh me trenzó el cabello —no sabía hacerlo bien—, en algún momento Mike comenzó a darme masajes de pies y Enzo me dio helado en la boca.

— ¡No soy un bebé, tontos! —me quejaba estando entre ellos sobre la cama, habíamos formado un círculo, Josh estaba sentado a mi espalda con las piernas abiertas, tenía mi cuerpo descansando contra su pecho.

  Pero ellos siempre habían sido así. Siempre me habían cuidado como una princesita. Así que me dejaba querer y cuidar. Me tenían mal acostumbrada, y de esa misma forma lo hicieron con sus sobrinas... es decir: mis hijas.

  Abortar no me afectó de la forma que ellos creían, me sentía triste porque sí quería un bebé, pero no era el momento así que me parecía correcto. Me gustaban los niños, me encantaba cargar bebés y jugar con ellos, pero no era el momento. No lo era.

  El secreto se quedó entre nosotros, Sylvana no sabía nada. Le había pedido expresamente a Keith no abrir la boca.

— No soy soplón —aseguró tendiéndose en mi cama. La cosa estaba ligeramente tensa entre nosotros, pero seguíamos siendo los amigos de siempre.

— Lo sé, solo me aseguro de recordarte que es un secreto —dije terminando de soplar mis uñas, las había pintado de negro y ya estaban secas, lo comprobé dando toquecitos.

  Keith giró sobre la cama y me miró fijamente. Lo siguiente que salió de su boca fue tan romántico que me desmayé —nótese el sarcasmo—.

— ¿Me chupas la polla? —Te lo dije, romántico, ¿no?

— ¿Estás jodiéndome?

— Nop, extraño ese piercing que tienes en la lengua —, miró al techo y suspiró—. Ese jodido piercing.

  Me miró, nos miramos. Ya sabes lo que pasó.

  Oh, ¿no lo sabes? Pues le dije:

— Eres un cochino —, me levanté de la silla giratoria y caminé más cerca de la puerta, a los pies de la cama—. ¿Me la chupas? —imité su voz—. Pero por supuesto que sí. Bájate el pantalón.

  La carne es débil. De ahí viene el dicho.

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—Me estás matando —susurré con cierta angustia.

  No podía seguir reprimiendo mis gemidos. Keith introdujo su lengua en mi interior, me cubrí la boca con ambas manos para reprimirme, Sylvana estaba en la habitación del lado y podía oírnos.

  Exhalé cuando se alejó al fin y gateó hasta agazaparse sobre mí. Su mano acunó mi nuca mientras su nariz rozaba la mía, cerré los ojos sintiendo cómo frotaba su anatomía contra la mía empapándose de mi humedad.

—¿Para qué quieres a otro si me tienes a mí? —susurró con necesidad mientras rozaba su nariz contra mi mejilla, tensé la mandíbula cuando lo sentí en mi entrada—. No se te ocurra volver a embarazarte de un estúpido —, asentí varias veces con la cabeza, ansiaba que se fundiera en mí, pero no lo hacía—. Prométemelo.

— Te lo prometo. Te lo prometo —gimoteé llevando mis brazos a su cuello, descansé una de mis manos en su espalda y la otra en su nuca. Cerré la boca inmediatamente apenas lo sentí empujar dentro de mí, su respiración se volvió dificultosa al segundo empuje.

  Sus movimientos eran suaves, lentos y profundos, me estaba matando de una forma magnífica, y por cada estocada dejaba besos húmedos en mi cuello, tras mi oreja, en mi mandíbula. Mordí su hombro cuando el frenesí tomó el control de sus caderas, el sonido de nuestros cuerpos chocando inundó la habitación.

  Quería gritar, quería gritar como una loca, pero ahogué todo en mi garganta, gruñía bajito mientras lo mordía y él empujaba mi cabello al acunar mi cabeza en su mano libre, con la otra se sostenía de la cama ayudando a su cuerpo. Mis ojos se blanquearon cuando susurró contra mi oído.

— Dices no tener preferencia sexual, pero te encanta que yo te la meta, ¿a que sí? —Hundí las puntas de mis dedos en su espalda y lamí su hombro, gimió contra mi oído cuando hice un chupón en su cuello. Él tenía razón, me encantaba, y no era cosa de mi sexualidad, era porque lo amaba y tener sexo con él se convertía en mi paraíso personal.

—Es cosa tuya —, mi garganta se apretó, cerré con fuerza los ojos mientras mi cabeza caía hacia atrás exponiendo mi cuello a su merced, sus dientes rozaron mi piel y su lengua dibujó un sendero húmedo.

—Lo sé —, gimió contra mi oído, mordí mi labio con fuerza mientras tiraba de mi cabello con una suavidad infinita—, lo sé —volvió a decir mientras su ritmo aumentaba.

  De pronto sus manos fueron a mi cintura, me levantó de golpe y logró sentarme sobre él. Le envolví el cuello apenas nos acomodamos, sus dedos se aferraron a mis caderas impulsándome a moverme.

—Déjame a mí —murmuré trazando con mis dedos unas líneas imaginarias por sus mejillas hasta desaparecer entre las hebras de su espeso cabello. Me incliné y besé sus labios dulcemente, cerró los ojos.

  ¿Has oído por ahí lo que dicen algunos hombres y mujeres? Eso de que, si la mujer está arriba significa que te está utilizando para complacerse a sí misma. Siempre creí que era verdad, siempre.

  Pero en aquel momento, cuando sus palmas se pegaron a mi espalda desnuda y comencé a impulsarme con las rodillas me di cuenta que él estaba disfrutando el tenerme abrazada.

—Fóllame suave —susurró pegando su frente a mi pecho.

  Sonreí sin poder evitarlo y lo abracé con fuerza pasando los brazos sobre sus hombros hasta envolverlo, fue cuando comencé a realizar movimientos circulares sobre él de forma lenta y pausada.

  Lo follé suave.

  Me corrí sobre él.

  Se corrió dentro de mí.

  Y sin querer le susurré que lo amaba.

Un cuñado para llevarTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang