Capítulo 25. Lo que algún día sentí.

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¿Cómo explicarlo? ¿Un amor repentino o algo llevadero? ¿Un antídoto para el dolor o algo para aplacar el olvido? ¿Una chica para coquetear con la mirada o sólo para gastar el tiempo? Y no, no, no, no

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¿Cómo explicarlo? ¿Un amor repentino o algo llevadero? ¿Un antídoto para el dolor o algo para aplacar el olvido? ¿Una chica para coquetear con la mirada o sólo para gastar el tiempo? Y no, no, no, no...ninguna de esas.

Algo mucho más complejo y profundo.

Pero Hanna podía ser su amiga si tan sólo Daniel dejará de ser tan reservado con ella, le diera una oportunidad de acercarse como Jonathan lo hizo, pero tanto eran los miedos de él que se negaba a que ella idolatrara sus actitudes y de crear ideas buenas de él, como alguien bueno. Cuando la palabra mismo no era correcta. Tampoco es que Daniel, se considere un chico malo o mal viviente... Sólo no sabía respetar los límites de la vida y sabía apreciarlas en malos momentos.

Cuando...

Jonathan soltó un sólo grito al ver a su prima tirarse directo a las grietas profundas. Así que bajo hasta el lugar y se adentró un poco al agua. El silencio del lugar lo consumía y agobiaba.

—Hanna —grito su nombre lleno de temblor. Su pecho se palpaba de horror.

Su voz se esparció en un eco.

El agua que parecía nutra y de pronto comenzó a moverse, su corazón se alivió cuando los vio salir... ¿sonriendo?

Daniel por otra parte inhalaba aire y su piel enrojecida se tornaba blanca, Hanna se retorcía como un animalito friolento...ambos avanzado hasta un lugar menos profundados con sus ropas pesadas, cogidos de forma peculiar, conectados por sus manos entrelazadas. Los miro soltar un alarido de palabras, como si estuvieran bromeando y la presencia de Jonathan no contará, un excluido.

Y sencillo, la parejita estaba platicando como si nada, como amigos y sus chistes de cosas tontas que hacen. A Jonathan le gusta eso, la forma en que Hanna empezaba a llevarse con su amigo y poco a poco se conocían, se entendían.

Lo que más le sorprendió fue que Daniel la cogió entre sus brazos, sonriendo, luego la levanto hasta pecho, como recién casados, y después la soltó hasta volver hundirse al agua. Él salió corriendo hasta donde se encontraba el primo de Hanna y cuando lo vio no evitó seguir riéndose por semejante escena.

—Eres un idiota  Haon —le reclamo Hanna, recuperándose de la broma y chochando sus puños con el agua, al igual que una pataleta.

Y de pronto, su pecho se llenó de un nuevo aire, algo tan hermoso y nuevo. El pecho de Daniel, junto a su alma...se sentían magnificas.

Disfrutar al mundo, en esos momentos tan oscuros, cambiaba tu vida, y convertía lo todo a único.

Caminando por el sendero de pasto verde, rodeados de árboles coloridos y una sinfonía de animales a mitad del atardecer, le traía a Daniel meditación

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Caminando por el sendero de pasto verde, rodeados de árboles coloridos y una sinfonía de animales a mitad del atardecer, le traía a Daniel meditación.

De sumergido en un líquido de pensamiento negativos se encontraba libre, pensando cosas apropiadas. Cosas de Valeria. Instantes de cuando la beso, del día que la hizo suya o el momento que ella acepto todo lo difícil de él.

Caminaban a paso lento para que pudiera apreciar algo de lo que quedaba en el mundo. El color vivo del cielo se desplegaba por todo el bosque. Jonathan guiaba al grupo, Daniel seguí a detrás de él y Hanna al final recogiendo florecillas blancas para ponerlas en su cabeza. Le gustaba aún decorar su cabello con coronas de flores. Daniel se volteaba entre ratos a verla, por miedo a que se pierda o desaparezca por lo tan sumergida que estaba con su alrededor.

—Es como si la naturaleza mismo le dijera que pertenece aquí — recitó Jonathan cuando se percató que miraba a Hanna. Él lo miro sorprendido y trato de buscar las palabras para disculparse— No lo hagas, en realidad no me enojo por que la mires, me enojaría que la mires con otros sentidos.

Sabía a lo que se refería.

Sin decir nada más, continuó caminando. El trayecto de las grietas hasta las casas era cansado y muy pesado. Llevaban ya una hora caminando, pero lo valía.

Llegaron a un huerto amarillo.

Hanna pérdida en su espacio y contando los pasos que quedaban, apresuró su pasa hasta Daniel quien llevaba sus manos en la parte trasera.

Sus ojos subieron hasta la espalda blanca y pintada de lunares. No le molestaba ver a los chicos sin camisa, pero verle el pecho y la figura de Daniel, le gustaba, la cautivaba. No por lo guapo, le atraía el tentador dibujo de su espalda, puntos que se conectaban al igual que estrellas. Quería con sus dedos unir cada lunar. Saber hasta dónde llegaban sus manchas cafés y quizás conocer el áspero de su piel, o la suavidad.

Se acercó un poco más, no tanto para que se percatase. A Hanna se le encendieron las mejillas y su cuerpo comenzó a temblar.

A lo que Daniel volteo porque sintió un repentino cosquilleo en su columna, sus ojos se encontraron.

Ella inclinada de forma cautelosa, como si oliera su espalda, y él abriendo sus ojos de par en par por la sorpresa.

Daniel vio un tintineo en sus ojos, un ritmo de sentimientos que no merecían ser expresados, pero que se morían por nacer.

Hanna recuperó su compostura y comenzó acercarse hasta el alto, que le rebasaba por mucho. Ambos tomaron su compostura y comenzaron acercarse, y de manera imprevista, ella tomo la barbilla del castaño y le giró en dirección recta del camino, que hasta él pudo sentir un calor muy hondo de su cuerpo por el tacto.

Y cerca de su oído, Hanna susurro:

—¿Ves esos árboles? —señaló con su dedo a los arboles desnudos de hojas y cubiertos con pocas flores amarillas. Daniel siguió con la mirada el dedo de Hanna, sus ojos evocaban confusión por desviarse— Pues tú, eres un árbol. Como el de allí, durante un tiempo están muy frondosos y coloridos, llenos de animales y grupos pequeños, te hace bien, te fortalece. Pero cuando tus hojas caen, cuando tus frutos y otras cualidades desaparecen. Como si quedarás desnudo...muchas cosas te abandonan, pero eso no quiere decir que pierdas tu valor, ya que seguirás a una etapa mejor. Eres al igual que un Acacia. Colorido un tiempo, abandonado en otros, pero nunca débil ante cualquier ambiente.

—¿Piensas perderte esa etapa o esperar a que otros te consuman?

Con eso, corrió hasta los brazos de su primo quien caminaba por delante de ellos. 


Hola, dime mi amorWhere stories live. Discover now