CAPITULO XXXVI

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Tan solo poner canciones y tenerla entre mis brazos me hace feliz, verla sonriéndome mientras que damos vueltas y tomo su diminuta cintura con una de mis manos, mientras que con la otra tomo su mano, que emana un calor incomparable, un calor humano, que desprenderia cualquier persona, pero no como el de ella.

– ¿Te gusta lo que prepare para ti? – le pregunto a Paulina que me está viendo a los ojos con unos labios rojos vino, tan apetecibles para mí.

– mmm si, me encanta. – se pone su cabeza sobre mi pecho para seguir pegada a mi, abrazándome mientras bailamos. El olor de su cabello es tan familiar, la serotonina, la dopamina y la endorfina que siento en mi cuerpo al inhalarlo. Me siento tan feliz de poder verle. Tomo entre mis manos su cabello para poder acariciarlo, tan sedoso y castaño. El amor de mi vida. – me encantan las luces, la cena que seguro preparaste – ríe – la música, pero lo que más me gusta es que estés aquí conmigo. Te extrañé tanto, en verdad – voltea su vista a mi, es un poquito más baja que yo, pero claramente puedo ver sus ojos brillar bajo la luz tenue de las luces que han decorado cada rincón de la habitación en la que estamos.

– también te he extrañado, me has hecho tanta falta – me volteo soltando unas lágrimas rebeldes – y a Brunito también – me río y ella pasa su delicada mano por mi mejilla, limpiando el rastro de las lágrimas.

– No llores mi princesa – me da un beso en mis labios, joder que ese beso me ha hecho tanta falta, calma la sed que siento, y aunque es pequeño puedo sentir como apaga sensaciones de duda y dolor. – Te amo muchísimo. No sabes cuánto.

Pego mi frente a la suya. Mientras que escucho el silencio que ha inundado la habitación.

En un segundo su cuerpo y su peso me ganan, por qué se está desvaneciendo cayendo de a poco junto conmigo en el suelo. La tomo en mi regazo mientras empieza a toser y escupir sangre de su boca, tiene una herida en el abdomen que está haciendo un charco de sangre. Haciendo que  el ambiente tan cálido se vuelva gris y doloroso.

– Paulina, mi amor. No – hago presión sobre su herida, pero brota sangre  cuál fuente sin detenerse. – no me dejes. – lloro y sufro por verla así.

– Desde hace mucho tiempo que me fui y no hiciste nada – dice en su voz poco audible pero sonríe.

Ella sigue allí en el suelo escupiendo la sangre, un rojo carmesí tiñe su vestido blanco.  Toca mi rostro con su mano llena de sangre. Para al segundo caer sin ningún rastro de vida, con los ojos abiertos mirando al frente. Vacía. Perdida en muerte.

– Paulina no. Ay... – empiezo hacer presión en su pecho aunque no tengo la menor idea de cómo se hace – regresa, joder...

Un hombre de negro aparece por la puerta, tan surreal.

– No aprovechaste – chasquea los dedos.

La alarma brota sacándome de la ensoñación, el ruido es horrendo. Salto sentándome en la cama acelerada en la respiración mirando con desesperación mis manos que hace un momento estaban repletas de una sangre rojo carmesí. Joder, estoy transpirando, mi ropa y mi frente brotan con gotas. Me tomo de las rodillas para poder respirar lo más que pueda, mientras analizo que esto no paso. Aunque mi corazón no lo entiende, doy gracias a Dios por qué es una pesadilla.

Nunca eres demasiado adulto para borrar el miedo de un sueño o el efecto que te causa, eres carne y débil; esos sentimientos son lo que suceden cuando no llevas el control.

Todo el día he tenido sensación de hostilidad. Bruno va a mi lado sentado conversando con Rosita, a quien ha invitado para la primera cena familiar a la que asiste. Durante toda la semana estuve llamando a Julián para pedirle que fuera a la cena y arreglar las cosas como hermanos que son, no planeo meterme, si no que hablen ellos por su cuenta; no sentí que fuera lo que ella haría. ¿Eleonor? Ella a empezado a trabajar en el despacho, ha comprado un departamento que le ayude a decorar en la semana, ahora llevo las cosas más desinteresada, como amiga.

LA CASA DE LAS FLORES: UNA HISTORIA PARTICULAR Where stories live. Discover now