25-. Amor, culpa y rencor.

11 2 0
                                    

Hay demasiado rencor;
se trata de un muro protector
contra el temor
pero no permite que se manifieste el amor.

El resentimiento y la culpa son las dos caras de la misma moneda;
ella nos destroza por dentro y él, mientras espera, causa dolor afuera.
Ninguna permite la felicidad;
alejan la bondad, nos dejan solos con la cara adversa de la alta sensibilidad.

Si alguien me hubiera dicho hace tres o cuatro años
que iba a ser una adolescente normal
con miedo, necesidad de aprecio y evitando que me hagan daño
lo hubiera negado, tenía una estrategia ideal para evitar cada mal.

Pero así ha acabado siendo
las hormonas me han hecho inconsciente,
ahora me siento una más del gran rebaño
(aunque de la clase que no aguanta los regaños).
Aquello que ahora pienso resulta tremendo,
no es lo más amable, mi ser parece ausente.

Existe una nueva trama que quería escribir;
me desperté soñando, con ganas de vivir.
Una escuela, instituto,
libros de texto, deberes de redacciones románticas, a veces más intensas.
Chica nueva, repetidora, extraña escritora de one-shots en su mundo.
Llego tarde, voy corriendo, rizos castaños meciéndose con prisa.
Murmullo con el título de ellos en medio de la lectura de Un beso a la vez.
La persona de delante repite: The First.
Le toco el hombro y empiezo a preguntar "¿Qué dijiste?",
pues lo pronunció con ese tono de voz inconfundible.
Se gira y se pone en una postura defensiva,
y yo me quedo en shock al mirarle deprisa.
Esos ojos, el cabello...
Al volver en mí le digo "Sé quién eres" y es cierto.
Su mirada es tan fría como la nieve o el hielo.
Y la maestra nos llama la atención, pero no me importa.
¿Qué hace él allí, no ve que me trastorna?
Quise con fuerza que allí y así, no me pudiera leer la mente
porque de ser capaz, cada fantasía,
cada palabra y cada gesto,
cada vida que solo me atrevo a vivir cuando estoy durmiendo,
cada historia que creo para no estar perdida,
cada deseo en frente tendría,
para verlo y saber cuán importante es,
para saber que no soy dos o tres,
sino que ya van casi veinte locos sueños
en los que creo un contexto para aquello que mi cuerpo ansía.
Decidí aún durmiendo que iba a crear un relato para mi clase
en el que detallaría
lo que me gustaría que entre ambos ocurriese.
Mi tarea era cambiar y personalizar
la narración de base
con lo que en ese lugar
nos iban a enseñar.
Acordarme de qué pasa después es hoy un anhelo profundo.

Y aun así, el miedo estresante ante una cotidiana situación
me sacó de esa historia
tan hermosa, aún no contada,
apenas germinada,
para mí fascinante
que estaba esperando su tiempo para ser narrada durante bastante,
y me arrebató el ánimo, relegándola con menoscabo
a quedarse en concepto, a ser parte de mi memoria
y motivó el rencor que he compartido,
esbozado con abatimiento,
tratando de superar la sensación de un tesoro perdido,
en esta composición.

SensibilidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora