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EL PRIMERÍSIMO PRIMER SUBNORMAL


Rheed ha pasado la mayor parte de la tarde y de la noche en el patio. Supongo que haber sido regañado por sus padres le ha quitado todas las ganas de entrar, o tal vez su enorme y vieja casona es demasiado acalorada para pasar el rato.

Yo he estado espiándolo... digo, mirándolo por la ventana, con mis binoculares —porque de lo contrario no veo nada— y comentando todos sus movimientos en mi grupo de amigos. En realidad, en un principio solo lo había comentado, pero luego Crys insistió en que lo espiara para sacarle información y usarla en mi ventaja. Creo que ella quiere saber más de él y oculta sus intenciones detrás de un acto bueno.

Mientras lo observo, no he podido evitar pensar en lo que ocurrió por la tarde. ¿Por qué, teniendo una mala reputación, Rheed me ha defendido? ¿Y qué ha querido decir con que le hice el trabajo más fácil? No debería bajar la guardia, puede que lo haya hecho con una mala intención detrás porque... bueno, es Rheed Mcfly, el pasillo de Jackson está lleno de rumores sobre los horribles actos que les hizo a viejos estudiantes, los que quedaron tan mal parados que dejaron el colegio.

Lo último que veo de Rheed es su mollera de cabello ondeado entrar a su casa. Cosas importantes e interesantes que he podido sacar a mi favor: ni una.

Por la mañana, aprovechando que todos nos hemos sentado en la mesa, busco una solución inteligente para mi problema. Mis padres tienen un sinfín de historias, seguro tienen algo inteligente que aportarme.

—¿Qué reglas pondrían para una partida de blackjack?

—Que si pierdo, gano; y si gano, gano —dice papá antes de llevarse la taza de café a los labios.

—Eso es... ¿contra las reglas del juego?

—Si estás creando nuevas reglas, es porque las reglas del juego no están vigentes.

En eso tengo que darle razón.

Como primera regla: la única regla del blackjack que quedará vigente es llegar al número 21.

—Esa es una regla más coherente que la de Crys —balbuceé en voz alta, sin planearlo.

—¿Tu amiga pelirroja con altos signos de locura? —pregunta mamá, con el ceño tan fruncido que todas sus facciones parece que desaparecerán en el centro de su cara.

—Sí, ella dijo algo como: "el que pierda no desaparece". O algo por el estilo.

—¿Acaso esa niñita rara te está leyendo por el camino de las apuestas ilegales? —Los ojos de mi madre buscan entrar en mis pensamientos.

Me pongo algo nerviosa y, de repente, tengo ganas de soltarlo todo.

—No, lo hizo un chico abusón que tiene a todo Jackson bajo sus pies y cobra favores como si fuese algún prestamista y porque me ayudó a rescatar a Atún ahora le debo ese favor y para compensarlo tenía entre ser parte de la lista o jugar contra él pero al final decidí jugar contra él sin saber nada de ese juego el cual es el blackjack y como no sé nada él dijo que podía crear yo las reglas y ahora no se me ocurre nada y... y... —suspiro— y ahora estoy aquí.

—¿Quién es ese chico?

—¿Rheed McFly? —pregunto, como si conocieran a todos los estudiantes del colegio. Ellos con suerte saben el nombre de mis amigos—. Es el de la familia que se mudó al lado, el hijo de Mika McFly.

—Voy ahora mismo a hablar con sus padres —dice mamá y se pone de pie con brusquedad.

¿Por qué siento que ese «hablar con sus padres» en realidad quiere decir que se agarrarán de los pelos?

Mi juego, tus reglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora