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AMOR EN TIEMPOS DE GUERRA


—Creo que necesitas otro.

Rheed empieza a acercarse para besarme de nuevo y yo me quedo viéndolo como la idiota que soy, tan pasmada que ni siquiera atino a moverme de mi lugar. Vuelve a besarme, aunque esta vez se toma el atrevimiento de poner sus manos en mis mejillas para apretarlas en cuanto se aleja.

—¿Y?

—Definitivamente necesitas otro.

Otra vez se acerca, pero pongo mis manos en su pecho.

—N-no, no, no, no —lo detengo—. Espera. Lo decía en el sentido figurado.

La distancia entre ambos es la misma que antes del beso.

Beso.

¡Un beso!

Me llevo las manos a los labios y siento el calor en ellos.

—¿Por qué? ¿Por qué hiciste eso? —le cuestiono, implorando que ese extraño palpitar que me acongoja sea una enfermedad y no algo diferente.

—Ya te lo dije. Me gustas.

—¿Que te gusto? —repito con burla— Eso es imposible, no me tomes el pelo.

—No lo es. Y, por si no lo sabes, o quizás tu cabecita blanca no te permite tenerlo como probabilidad, te puede gustar alguien sin conocerlo.

—Oh no. No, no, no. O esto es una apuesta o me estás tomando el pelo. —Lo último es literal, porque cuando ha dicho «cabecita blanca» se ha tomado la osadía de tocarme el cabello, como si lo examinara. Sacudo la cabeza para alejarlo—. Los mangas me han enseñado mucho sobre esto como para temer hasta de las miradas que intercambio con chicos como tú.

Sonríe metiéndose las manos en los bolsillos de su sudadera.

—¿Cómo son los chicos como yo?

—Tienden a apostar con sus amigos sobre conquistar a chicas, se burlan de las reacciones de las chicas, luego actúan indiferentes... No sé, hay muchas cosas. Tú no te fijas en chicas como yo —afirmo y llevo una mano a mi pecho. Diablos, estoy con el corazón a mil por segundo. ¡Allá de voy San Pedro!—. Tú te fijas el chicas más lindas, más extrovertidas, con muchas más curvas y con más seguidores en Instagram. En resumen: alguien como Gala.

Ay, he sonado tan patética. ¿Dónde se escondió mi autoestima?

Ah sí, la estoy guardando para cuando pierda en el blackjack.

Rheed frunce el ceño y se acomoda la sudadera, exasperado.

—¿Qué le ven todos a Gala?

¿Por qué pregunta eso? Se supone, según dicen, que los dos estuvieron saliendo un tiempo. Si llegó a fijarse en ella, conoce la respuesta mejor que yo. De todas formas, me inclino por responderle.

—Es superlinda —afirmo.

No parece muy convencido.

—Ajá, ¿y qué más?

—Todo lo que dije antes. Además, es amable, estudiosa, no es engreída, escucha buena música, no desprecia los gustos de los demás, tiene un buen estilo... —Suspiro como una tonta enamorada—. Ella lo tiene todo.

Rheed avanza hacia mí con una espeluznante sonrisa. No sé si me va a debatir lo qu he dicho o simplemente quiere escupirme en la cara porque he dicho una absurdez..

Mi juego, tus reglasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora