Eran aproximadamente las once y media de la noche cuando Christopher revisó su celular. Se sorprendió al ver que su WhatsApp estaba lleno de mensajes, uno de un número desconocido que decía "PASE LO QUE PASE NO MIRES LA LUNA", los demás eran de sus amigos todos muy similares "Que bella noche" "El cielo es digno de admirar" "Se ven hermosas las estrellas hoy".
Se burló de sí mismo cuando bloqueó el celular y miró en dirección a la ventana.
Estaba la persiana bajada no dejando ver nada del exterior.
Se levantó de la cama, sus pies descalzos hicieron contacto con el frío suelo y sintió la piel de su nuca erizarse.
Subió la persiana con rapidez y abrió la ventana para seguido apoyarse en ella y mirar hacia el exterior.
La noche estaba oscura pero se podían divisar varias estrellas en el cielo, con la mirada buscó la luna y la encontró, era enorme y brillaba con luz propia.
Se quedó hipnotizado con la belleza de esta durante largos minutos, hasta que un golpe llamó su atención, desvió la mirada del cielo al patio de su casa.
Una chica lo observaba desde allí, tenía un vestido blanco y medio transparente, su cabello estaba suelo y alborotado, estaba descalza... Y tenía un tatuaje de las fases de la luna.
Sin decir nada, ella se acercó y señaló el brazo de Chris.
Este estaba atemorizado, no sabía como esa chica había llegado allí, ni siquiera se atrevía a opinar sobre sus pintas.
—¿Qué...?—Cuestionó él mientras miraba su brazo, se dio cuenta del tatuaje del lobo aullandole a la luna—. ¿Esto que significa?
Fruncido su ceño mirando su brazo y seguido a la chica.
—No estoy entendiendo.—Afirmó el castaño.
—Luna.—Susurró ella.
Un grito desgarrado de dolor salió de la garganta de Christopher y sus huesos comenzaron a crujir.
En pocos minutos él había desaparecido, en su lugar había un lobo de un metro noventa, con el pelaje brillante y las orejas agachadas, estaba asustado... Asustado de sí mismo.
Aulló, ya que hablar no podía, buscó con la mirada a la chica y no la encontró.
Su instinto lo llevó a correr hacia el bosque, perdiéndose en él.
La luna parecía guiarlo a lo que era un lago, uno que ni siquiera sabía que existía.
La chica de antes estaba allí, mirando su reflejo.
Christopher se acercó y también miró el suyo, sus ojos llamaron su atención, aulló nuevamente y alzó la mirada a la luna.
Había dejado de brillar tanto como lo hacía hace rato, ahora solo era la luna, como había sido siempre.
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