Capítulo once

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-- Esta canción es una referencia mas que nada, pueden oirla cuando quieran--

Relamo mis labios, nervioso. El comisario camina hasta mí, y se inclina hasta quedar a mi altura. El suave contacto de su piel con la mía me estremece mientras me quita las esposas, y cierro bruscamente los ojos. Entonces me las retira por completo, y se queda de pie, junto a mí, mirándome. ¿Qué se supone que deba hacer? ¿Él sabe siquiera que Gustabo y yo estamos infiltrados? Dejo el vaso nuevamente en la mesa luego de tragar el medicamento, y el suspira.

-Tienes treinta segundos para explicarme qué estabas haciendo en la playa, y decirme quien era el tipo de la máscara de diablo. –Me tutea con el ceño fruncido. Me muevo un poco en mi asiento, y muerdo mi labio inferior, nervioso.

Joder, no es momento. Tengo que ser firme, no me daré el lujo de arruinar la investigación.

-¿Le ha quedado claro? –Pregunto cuando ha pasado un rato, dándole a entender que no contaré nada.

-Te quedan quince segundos. –Escupe.

-Pues estaba en la playa tomando el sol, desconozco si había una lancha o no. –Miento.

-Horacio, deja de tocar los cojones y dime qué estabas haciendo. –Dice.

Genial, la primera conversación que tenemos en tanto tiempo y es de esta manera. No puedo ignorar el hecho de que me está tuteando en lugar de hablar con la formalidad de siempre, esa que tiene con todo el mundo. ¿Debería considerarse algo bueno, o algo malo?

-¿Esto es personal, Volkov? –Pregunto con un suspiro; algo en mi pecho se remueve al mencionar su nombre después de tanto tiempo. Mis ojos dan con los suyos, y él aparta la mirada.

-Sabes que en este momento puedo hacer que se te caiga el puto pelo por obstrucción a la justicia, ¿Quieres volver a federal? Porque de ser así también puedo agregarte falso testimonio. –Escupe, desviando por completo mi pregunta.-Así que deja de mentirme en mi puta cara y dime qué cojones estabas haciendo ahí.

Poco a poco el aire va abandonando mi cuerpo como siempre que pasa cuando lo tengo cerca. La verdad no lo entiendo, su tono es brusco, y a la vez suave. Clavo mi vista en el suelo, y me encuentro con sus elegantes zapatos negros brillantes. Se me escapa una pequeña sonrisa; es muy típico de él ir presentable siempre. Conway entra en la sala, y suspiro profundamente, agradecido.

-Gustabo ha cantado. –Anuncia y mis ojos se abren como platos.- Han quedado con Emilio.

-Vaya... -Suelta el ruso, con un tono que demuestra claramente su decepción. -¿Entonces procedo a aplicarte todos los putos códigos? –Se altera a la vez que Conway sale nuevamente de la sala. Mi mirada triste conecta con la suya; pasa las manos por su cabello, mira hacia la puerta y suspira. -¿Por qué quedaste con Emilio? –Pregunta con suavidad.

-Ya te lo he dich... -Comienzo a contestar pero me interrumpe.

-¡Dime por qué han quedado con Emilio! –Escupe, y se me escapa un puchero inconscientemente.

-¿Esto es personal? –Vuelvo a preguntar.

¿Por qué me trata así? ¿Es por la declaración? ...Joder, que mal momento para recordar eso.

Separa los labios como si quisiera decir algo, y lo miro directamente a los ojos. Esta vez su mirada castaña me corresponde, y así nos quedamos por un par de segundos. Cierra su boca, y relame sus labios. Mi corazón da volteretas en mi pecho; había olvidado lo hermosos que eran sus ojos. 

-Canta. –Se escucha fuertemente de pronto, haciendo que ambos demos un salto por la sorpresa. El súper entra nuevamente en la sala, y se cruza de brazos.

Rᥲmᥱ́ • Voᥣkᥲᥴιo •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora