Capítulo diecisiete

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-¿Horacio, dónde estás? ¡Que ya empieza nuestro turno, cabrón! –Me reclama Gustabo al otro lado de la línea, y mis ojos se abren de golpe.

-¡Joder, me quede dormido! –Corto la llamada, y rápidamente salgo de casa.

Gustabo está de pie, apoyado contra el coche, con los brazos cruzados. Rápidamente corro hasta llegar al asiento de copiloto, con mis zapatillas en una mano, y mi cazadora en la otra. El por su parte camina lentamente, riéndose de mi aspecto.

-¿Cómo coño te olvidas del turno? –Pregunta entre risas a la vez que sube al asiento del conductor.

-Creí que me mantendría despierto. –Contesto, poniéndome las zapatillas.

Gustabo conduce hasta comisaría, y charlamos animadamente sobre nuestro progreso como subinspectores; llevamos incontables éxitos en el corto tiempo que llevamos en el puesto. Para cuando hemos llegado, estacionamos el coche K en uno de los parkings subterráneos, nos colocamos los pasamontañas, y caminamos hasta el interior de comisaría.

Una vez dentro, vamos directo a los vestidores para equiparnos con nuestros espectaculares uniformes, y un chaleco antibalas cada uno. Pasamos por la armería, y tomamos todo lo reglamentario para comenzar una nueva jornada laboral.

En el transcurso de la tarde Gustabo y yo acudimos a dos código tres; el primero todo éxitos, y del segundo no recuerdo mucho. Creo que sufrimos un golpe de calor, o algo. Detenemos tres ladrones de coches, y hacemos un código uno con dos tipos enmascarados que tenían armas sin licencia.

-¡Yo me voy a casa, estoy cansado! ¡Quiero dormir, hostia! –Se queja Gustabo mientras guarda su uniforme en la taquilla.

-Pues ve a descansar, hombre. –Le animo. –Un dia de éxitos será para menos.

-¿Seguro que te quedas? –Me pregunta enarcando una ceja.

-Sí, de todas formas no tengo mucho que hacer. –Suelto achinando los ojos.

-¡Pues como quieras! –Dice, cerrando su taquilla. –No olvides cobrar las horas extras, ¿eh? –Me señala, y se me escapa una risotada.

-No lo haré. –Contesto, saliendo de los vestidores junto a él.

Gustabo se marcha en el coche K, y yo subo nuevamente al patrulla. Saco mi móvil y veo las notificaciones; me encuentro un mensaje de Claudio, y las alertas policiales. Abro el chat del primero.

"¿Cuándo nos veremos?"

"Un día de estos." Contesto sin más.

Siendo sincero no he podido ignorar la manera coqueta con la que trato a "Dan", y es que por mucho que lo piense es imposible que sepa que era yo. ¿Será que no soy el único que tiene su atención? Joder, no puedo evitar sentirme algo decepcionado por eso, pero ¿Con qué motivo? Yo fui el primero en asumir abiertamente que pienso en otra persona...

¿Entonces también estoy asumiendo que pienso en Volkov de otra forma?

Mierda, claro que lo hago. Sin importar cuánto tiempo ha pasado, sigo volviéndome loco por él. Cada que está cerca, o cuando algo me lo recuerda, simplemente me comporto como un idiota. Suspiro pesadamente, y echo mi cabeza hacia atrás, chocando con la acolchada silla del patrulla. 

¿Cómo es posible? ¿Desde cuándo me cuesta tanto olvidarme de un tío? Siempre he sido de quedadas casuales y aunque he tenido un par de novios no suelo durar mucho con ninguno. ¿Por qué con él es diferente? Mis ojos se cristalizan, y los cierro; eso es justamente lo que me aterra.

Mi móvil vibra nuevamente, y miro las notificaciones por segunda vez. Me encuentro con una alerta policial sobre cuatro sujetos enmascarados con armas largas en paleto, y rápidamente tomo la radio que está junto a mí.

Rᥲmᥱ́ • Voᥣkᥲᥴιo •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora